El nuevo Cayenne está a la vuelta de la esquina, pero antes debe ser sometido a exigentes pruebas de resistencia que aseguren los estándares de calidad de Porsche.
Los vehículos nuevos que circulan por nuestras carreteras hace años que empezaron su camino. Primero son un simple boceto, una idea sobre un lienzo en blanco que suele partir del diseñador, en consonancia a las necesidades y tendencias del momento. Puede pasar más de un lustro hasta que sean una realidad, pero las actualizaciones o nuevas generaciones, en cambio, tratan de mejorar lo existente. En el caso del Porsche Cayenne el reto es significativo y por ello se renovará en todos sus aspectos: motores, chasis, diseño, equipamiento y conectividad.
Algo similar nos explicaron desde Volkswagen con las pruebas finales del ID.Buzz, un modelo que en su fase prototipo alcanzó condiciones extremas de calor y frío para comprobar la resistencia de sus baterías. Situaciones que aseguran, de paso, la resistencia de la carrocería y su estanqueidad, al tiempo que certifican el funcionamiento de todos los componentes eléctricos y el sistema de control de la temperatura ante cualquier situación.
Las pruebas off-road
La mayoría de estos componentes son de nuevo desarrollo y la introducción de tecnología siempre requiere de la precisión que se espera en Porsche. Las exigencias del cliente son superiores, por lo que no pueden conformarse únicamente con las simulaciones virtuales. El coche debe probarse en condiciones reales y de lo más exigentes, además de los más de 200.000 kilómetros en tráfico urbano, carreteras y autopistas.
De los lugares recorridos, Porsche nombra parajes de Marruecos, las pistas heladas de Finlandia o el mítico circuito de Nürburgring Nordschleife como ejemplo de los cambios radicales de entorno. A partir de la primavera, cualquier propietario del nuevo Porsche Cayenne podrá ser testigo de los avances y promesas cumplidas, así como de la evolución vivida por una tercera generación que se lanzó en 2017.