Tras el parón de la Primera Guerra Mundial y la compra de la compañía por Nicola Romeo, la marca del “Biscione” se centró en el diseño y la fabricación de automóviles elegantes y lujosos pensados para competir al máximo nivel, para diferenciarse en el duro mercado italiano. Una apuesta que se superó con éxito con el RL, lanzado en 1922.
Tomando como base el Alfa Romeo RL, los expertos de la marca modificaron su chasis, reduciendo su distancia entre ejes hasta convertirlo en un atractivo torpedo descapotable de dos plazas. En materia de diseño, la zaga adoptaba un final redondeado abrupto, que se iniciaba desde el respaldo de los asientos.
Bajo el capó, incorporaba un motor de cuatro cilindros en línea, que podía parecer inferior al del Alfa Romeo RL, que tenía seis. Una vez en marcha, esa percepción se esfumaba, gracias a sus 40 CV de potencia y su velocidad punta de 90 Km/h. Unas cifras que irían aún más lejos en las últimas versiones de este modelo, que desarrollaban 48 CV y podían alcanzar los 100 Km/h.
Entre 1923 y 1925, se fabricaron 500 unidades del Alfa Romeo RM, que se comercializó en tres versiones: Normal, Sport y Unificato, la de mayores prestaciones. Algunas unidades se convirtieron en precursores de los modernos SUV y todoterreno, al dotarse de orugas en el eje trasero para circular con tracción total sobre nieve.
También centenario, el Alfa Romeo P1 representó la voluntad de la marca de competir en los Grand Prix, la máxima categoría de los deportes del motor a principios del siglo XX. Giuseppe Merosi desarrolló un auténtico bólido con un motor de seis cilindros y una potencia de 95 CV con una punta de velocidad de 180 Km/h.
Con las mejoras incorporadas por el ingeniero Vittorio Jano, fichado expresamente por Enzo Ferrari, y la ayuda del “Quadrifoglio” como símbolo de buena suerte, fue la base para convertir a la escudería del “Biscione” en uno de los equipos más temibles hasta principios de los años 50.