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Sbarro Citroën C1 GT (2006): un cohete en edición de bolsillo

En Periodismo del Motor, te hemos traído varios ejemplos de lo que el diseñador italiano, afincado en Suiza, Franco Sbarro era capaz de hacer con modelos de la marca francesa. Una de sus obras más increíbles fue el Sbarro Citroën C-15 Aventure. También hizo un Sbarro Picasso ‘El Bicho’ y hasta se atrevió con un Super Eight con motor V8 Ferrari. Hoy te hablamos de otra creación espectacular: el Sbarro Citroën C1 GT.

Hay quien dice que Citroën hace coches aburrido, pensados más para el confort y viajar relajados. Puede que sea así, pero Franco Sbarro era capaz de darle la vuelta a cualquier modelo, como si de un calcetín se tratase. Y lo consiguió con el Citroën C1, un pequeño utilitario concebido exclusivamente para la ciudad, transformado en un cohete de edición de bolsillo.

Sbarro Citroën C1 GT (2006): un cohete en edición de bolsillo

sbarro citroën c1 gt (2006): un cohete en edición de bolsillo

Para crear este Citroën C1 GT, Sbarro se basó en una obra anterior, el Sbarro Picasso Cup, pero a un formato más pequeño. Igual que hizo con el monovolumen, instaló en el C1 unas puertas de alas de gaviota y añadió otros cambios estéticos, como una gran toma de aire en el frontal para refrigerar el motor y unos umbrales de las puertas sobreelevados para aumentar la rigidez.

En el interior, podíamos encontrar unos asientos deportivos firmados por Recaro, en una posición muy baja, lo que obligaba a tener una buena flexibilidad para acceder al habitáculo. El volante deportivo estaba forrado en Alcantara y cuero y, aunque la dirección era bastante pesada a velocidad baja, a partir de 60 km/h se volvía más directa, gracias también a que el motor era más pesado.

Más de 200 km/h

sbarro citroën c1 gt (2006): un cohete en edición de bolsillo

Por cierto, el motor era un 1.6 litros procedente del Citroën C2 VTS, que producía 125 CV. Aunque pueda parecer poca potencia, si tenemos en cuenta que sólo pesaba 900 kg, podía ser un coche muy rápido. De hecho, Sbarro afirmó que había alcanzado los 210 km/h y todavía podía acelerar más.

El motor emanaba un sonido de esos que ya no podemos escuchar en esta era de motores tricilíndricos. La dirección era directa y contaba un equipo de frenos procedentes del Citroën Xsara WRC que detenían esta pequeña bala con facilidad.

Imágenes: Klaus Nahr

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