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La historia del Citroën DS sobre el que Pablo Picasso pintó sin permiso ‘Las guirnaldas de la paz’

Verano de 1958. Hacía un día soleado y luminoso, típico de la Costa Azul francesa. Picasso, que no acostumbraba a conceder entrevistas a los periodistas porque no les caía muy bien, ese día recibió a Manuel Mejido, un joven reportero mexicano residente en Francia que se las ingenió para verse con el pintor español. Tras una charla sobre arte y política, el artista se ausentó. Cuando regresó dos horas después, había dejado una obra de arte sobre otra obra de arte. Esta es la historia del Citroën DS sobre el que Picasso pintó ‘Las guirnaldas de la paz’.

El nombre de Picasso quedó ligado a Citroën a finales de los 90 por motivos meramente comerciales. La firma francesa lanzó una variante de su exitoso Xsara en formato monovolumen al que selló el apellido del pintor español, tras una negociación con la familia. Se estima que PSA pagó varios millones de euros por estampar el nombre en el coche, pero mereció la pena para la dirección de la compañía.

El pretexto para Citroën fue la filosofía de Picasso, que en 1907 creó una tendencia revolucionaria con el cubismo, del mismo modo que la firma de los chevrones creó un vehículo diferente, mezcla de turismo y monovolumen. Una excusa fantástica que se tradujo en 1.736.727 unidades fabricadas desde el 2000 hasta 2010. Sin embargo, varias décadas antes, el pintor malagueño ya estuvo presente en un Citroën.

La historia del Citroën DS sobre el que Pablo Picasso pintó sin permiso ‘Las guirnaldas de la paz’

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Picasso junto al fotógrafo Lucien Clergue. Wikipedia Commons: Joggingjack

Manuel Mejido era un joven periodista mexicano con mucho ingenio, astucia y creatividad que no dudó en utilizar para destacar sobre los demás y conseguir sus objetivos. Sabedor de la ideología de Picasso, afiliado al Partido Comunista de España y fervoroso defensor de la República Española, cuando Mejido se puso en contacto con la secretaria de Picasso, dijo que llamaba desde el Centro Republicano Español de Ciudad de México.

“En cuatro días me podrá hacer usted esa entrevista, en mi taller, aquí en Cannes a las 11:00 de la mañana. México abrió las manos en el 39 a los refugiados españoles y voy a hacer con usted una excepción”, dijo Picasso. Ese día llegó, era una calurosa mañana de agosto de 1958. Mejido llegó en un Citroën DS a la Villa Californie, en Cannes, donde residía el pintor. Iba acompañado de dos colombianos y una francesa que le sufragaron los gastos del viaje a cambio de conocer al creador del cubismo.

El coche se detuvo enfrente de la casa del genio español. Era un Citroën DS 19, es decir, la primera versión de la Diosa (DS en francés se lee déesse, que significa diosa), lanzada en 1955. Era de color azul y tenía el techo blanco. Pertenecía a un español que se refugiaba clandestinamente en la Casa de México, en París.

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Picasso salió de su casa y preguntó quién de ellos era “el republicano español de viene de México”. Uno de los colombianos señaló a Mejido y éste, para apuntalar su coartada, añadió que le enviaba don Eneko Belausteguigoitia, presidente del Centro Español de Ciudad de México y amigo de la infancia de Picasso, para hacerle una entrevista. Parecía que todo iba bien, tanto que los compañeros del periodista mexicano pudieron montar unas cámaras para hacer fotos.

Picasso y Mejido caminaron juntos durante un tiempo por el jardín de la villa, entre palmeras y eucaliptos. Ambos intercambiaron opiniones sobre arte y política. Por supuesto, también hablaron sobre la situación de los españoles que se exiliaron en México tras la Guerra Civil española. Cuando terminó la entrevista, el pintor desapareció. Los cuatro jóvenes permanecieron en el salón durante un buen rato, sin entender muy bien qué estaba pasando. Al cabo de dos horas, Picasso volvió.

“¡Ya has estado aquí dos horas…!  ¿Acaso no tienes nada que hacer? Yo trabajo siempre. Hasta dormido sueño con el color, los tonos, las líneas, la composición de un cuadro… ¡venga, venga!”, exclamó el pintor. Cuando los cuatro jóvenes salieron de la casa y vieron el DS, no daban crédito a la imagen que les llegaban al cerebro a través de las retinas: durante todo ese tiempo, Picasso pintó sobre el coche una obra que tituló ‘Las guirnaldas de la paz’. “He pintado en tu coche”, dijo Picasso, como si fuera necesaria una confirmación. La pintura era maravillosa: unas flores, un árbol, una familia.

Mejido reaccionó y recordó al pintor que no había firmado la obra. Éste le replicó: “¿Qué quieres la pintura de Picasso o la firma de Picasso?”. Y el mexicano, cuya astucia no se vio tapada por lo extraordinario del momento, respondió: “Las dos, maestro. Hacen mejor combinación”. Entonces, se acercó a la superficie carenada de la rueda trasera izquierda y estampó su firma. A partir de ese momento, aquel Citroën DS 19 se convirtió en un lienzo, una obra de arte sobre la cual se exponía otra obra de arte.

El Citroën DS con el sello de Picasso, en paradero desconocido

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El viaje de regreso a París fue muy diferente del de ida. Los cuatro jóvenes estaban entusiasmados, no sólo la estrategia de Mejido para conocer al maestro del cubismo había salido a la perfección, sino que, además, se volvían con un regalo inesperado, un coche pintado por él que ahora podría valer mucho dinero. Sin embargo, el periodista mexicano estaba inquieto ante el temor de que alguien estropease la pintura de Picasso sobre la carrocería.

Tal era la preocupación de Mejido que no le contó la verdad al dueño del DS, lo vendió por casi 6.000 euros de la época (equivalentes a unos 40.000 euros actuales) a una galería de arte y, de ese dinero, le dio casi 1.000 euros al propietario para compensar la pérdida de su coche (seguramente, aquel dueño ni se imaginaba el valor que alcanza hoy una unidad del DS original). En aquel momento, el periodista mexicano pasaba por necesidades económicas y eso le llevó a vender el coche.

Desgraciadamente, nunca más se supo de aquel Citroën DS 19 azul sobre el que Picasso pintó sin permiso ‘Las guirnaldas de la paz’. Se sabe que la marca francesa nunca se hizo con él y que no está expuesto en ningún museo, así que lo más probable es que, si todavía existe, estén en manos privadas.

Tres genialidades

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Josep Palau i Fabre, amigo de Picasso y director de la Fundación Picasso de Barcelona, recibió las imágenes de aquel DS y confirmó su autenticidad, así como de la pintura. Incluso Rafael Inglada, biógrafo de Picasso, aseguró que la imagen del coche está tomada en el palmar contiguo a la Villa La Californie. Así que no hay lugar a ningún tipo de fraude.

Es una pena que hoy no podamos contemplar aquella genialidad que se le ocurrió al genio español de la pintura sobre la chapa de una genialidad de la automoción. Tres genialidades juntas, valga en este caso la redundancia: el artista en sí, la que salió de su mente en cuestión de un momento y el Citroën DS que hizo de soporte, diseñado por otro genio: Flaminio Bertoni.

Quizá sea difícil aglutinar tanta originalidad en tan poco espacio. Cuando la Diosa se presentó en el Salón del Automóvil de París en 1955, se convirtió en el coche más avanzado de su tiempo en términos de seguridad y confort, gracias a un despliegue tecnológico sin precedentes, como la revolucionaria a la suspensión hidroneumática que le permitía circular con sólo tres ruedas.

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Pero el DS fue revolucionario en muchos otros aspectos, empezando por el diseño. Estéticamente, era un coche que se salía completamente de lo convencional. Además, fue el primer coche en montar discos de freno, ubicados en el tren delantero, frenos hidráulicos y dirección asistida. Ni los Rolls-Royce de la época ofrecían una experiencia de conducción como la berlina francesa.

Otras innovaciones que presentó el DS fue el alargado y esculpido capó, construido en una sola pieza y en aluminio, o los faros direccionales a partir de la segunda serie: al girar el volante, uno de los dos faros del grupo óptico giraba también en el sentido del volante. Toda una genialidad en la década de los 50. Por todo esto, el Citroën DS se considera hoy como uno de los mejores automóviles de toda la historia. Y es justo que el Citroën DS y Picasso estén unidos para siempre.

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