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Crítica de larga duración: Renault Alaskan Confort 4x4 (primer mes)

Renault nos prestó su chata para que la maneje todo el equipo de Motor1. Este mes opinan Orly Cristófalo y Juan Pablo Estévez.

crítica de larga duración: renault alaskan confort 4x4 (primer mes)

Esta no es una crítica convencional de Motor1 Argentina. Es una “crítica de larga duración”. El objetivo es que el vehículo de pruebas permanezca en nuestras manos durante mucho más que la crítica tradicional de una semana. La idea es probarlo durante varios meses, para aplicar usos (y abusos), encontrar virtudes (y defectos) que no afloran en una prueba tradicional. A todo esto se suma el hecho de que el vehículo en esta prueba de largo aliento pasará por las manos de todos los integrantes de la redacción de Motor1 Argentina.

La Alaskan es la pick-up de Renault fabricada en Córdoba. Se vende en la Argentina desde noviembre de 2020 y en Motor1 Argentina ya la probamos en dos versiones: Iconic (leer crítica) y Outsider (leer crítica). En nuestrp garage de larga duración ya tuvimos durante tres meses una Alaskan Iconic (ver todos los informes). Ahora estamos probando una versión “base”: Alaskan Confort 4×4. Tiene el motor 2.3 mono-turbodiesel con 160 cv y caja manual. A continuación, el reporte sobre el primer mes en nuestras manos.

Semanas 1 y 2 – Orly Cristófalo

En enero de 2009 abrí mi cuenta de Twitter. Hacía algo más de tres años que su fundador, Jack Dorsey, había escrito “Just setting up my twttr”. Sí, Twitter inicialmente se llamó Twttr. Yo trabajaba en una agencia de marketing online y estar al frente del equipo creativo y de desarrollo hacía que siempre mirara cosas nuevas. Y, en ese momento, lo nuevo era Twitter.

Con el pasar de los años nunca lo dejé de usar y le dí diferentes formatos de uso, pero siempre siendo activo, tuiteando, interactuando. Así fui conociendo gente, historias, empresas y mucho más. Uno de esos es @elguisodebagre o Huberto Bourloin, un salteño que fue agricultor, emprendedor de todo tipo de negocios, se reinventó un par de veces y desde hace un tiempo cocina dulces, mermeladas, chutneys y alguna que otra delicia más: las vende online como La Sucrerie.

Algunos de los productos de La Sucrerie, el emprendimiento de Huberto.

Cuando recibimos la Renault Alaskan Confort en reemplazo de la Iconic, mi desde el primer momento fue ponerla a trabajar. Se supone que para eso son las pickups, y más aún las que vienen con terminación más austera. Y allí se me prendió la lamparita. Mensaje por privado a Huberto, charla telefónica y ajuste por Whatsapp: “A las 7am te espero en la Shell de Tecnópolis”. Y allí fui.

Llegué y Huberto me esperaba en la parte de atrás de la estación de servicio. Nos saludamos como si nos conociésemos de toda la vida. Eso es algo que me encanta de la red social del pajarito. Le presenté la Renault Alaskan Confort y le dije que de ida manejaría yo , que se la prestaría de vuelta (aclarando lo que me cuesta prestar el volante). Se rió y me dijo: “Vine a disfrutar del paseo, olvidate”. Y pusimos primera rumbo al Mercado Central de Buenos Aires. Allí Huberto hace sus compras cada vez que necesita materia prima. “Mirá que no soy un gran comprador, nos sobra chata para lo que suelo cargar”, me contó en el camino. “No importa, la idea es saber qué y cómo lo hacés y de paso que labure la Alaskan”, le respondí.

En el camino hablamos de varias cosas. De su pasado en Salta, de sus autos y de autos en general (no se pierdan los “Lunes de Clavos” en su twitter). De entrada, le gustó la Alaskan Confort y, fiel a mi promesa, le di play al CD que había elegido para musicalizar el paseo: Canción Animal de Soda Stereo.

Salimos de la General Paz y encaramos Ricchieri. Huberto ya tiene puesta la gorra “vintage” de Autoblog que le traje de regalo. Él me trajo algunas de las delicias que produce: dulce de membrillo, dulce de batata, mermelada de IPA y mermelada de ajo. Le prometí a C.C. invitarlo una picada, pero será solo con las mermeladas, porque los duces desaparecieron.

La Alaskan estacionada para la foto en el Mercado Central.

“Guiame acá adentro porque nunca vine al Mercado Central”, le pedí a Huberto. Me dio un par de indicaciones mientras avanzábamos por diferentes calles y avenidas internas. Nunca me había imaginado semejantes dimensiones. Eran casi las 8 de la mañana y el tráfico era intenso, pero se movía. Nos dirigimos a la zona de las naves. Son muchas y con gran actividad. “Esto abre a las 3am y a esta hora los verduleros ya se fueron o se están por ir. Es la hora de los cocineros, que somos más vagos y nos levantamos más tarde”, me dijo Huberto mientras se reía. Estacionar fue casi un “vale todo”. Si bien hay zonas delimitadas y algunos cordones amarillos, todos estacionan donde pueden o encuentran un hueco. Vi un sector aparte, con el piso marcado estilo estacionamiento de shopping y Huberto me aclaró: “Esa parte es para los puesteros, ni se te ocurra ir parar ahí”.

Productos frescos y diferentes a “la hora en que van los cocineros”.

Finalmente dejamos la Alaskan bien estacionada. Le hice la foto para la apertura y empezamos a caminar. “Vamos a caminar un poco, pero yendo para lo de Freddy”, me dijo mi guía. Mientras pateábamos estacionamientos, calles y naves, me contó que se fue haciendo de amigos y conocidos en el mundo del Mercado Central. Freddy es uno de esos. Se apellida Jakich y es conocido por su puesto en el Libre 3: “Zapallos Freddy”. No hacía falta aclarar la especialidad.

Huberto y Freddy poniéndose al día en el puesto de “Zapallos Freddy”.

Llegamos, Huberto nos presentó y miré a mi alrededor. El puesto está delimitado por unas lonas y unas rejas, una inscripción con el número de teléfono y el ID de Nextel. La decoración es una bandera argentina con las Islas Malvinas, dibujadas encima del sol. Sí, Freddy es un ex combatiente. Está detrás de un pequeño mostrador/taburete donde tiene algunas botellas y frascos con miel y zapallos en almíbar, junto a muchos stickers que denotaban el paso del tiempo. La charla fue y vino. De repente, Huberto exclamó: “¡Llegaron los cayotes!”. En una de las pilas había cayotes, los cuales nunca había visto en persona y “al natural”. Arreglaron el precio y Huberto pagó, pero le pidió que se lo guardara, que después pasaríamos a buscarlos. Ese tipo de trato es normal en el mercado, “pero no pierdas el papelito que te dan porque se arma quilombo”, me contó Huberto.

їAlguien dijo jalapeГ±os?

Seguimos nuestra caminata. “El Guiso” estaba buscando ajíes picantes y rojos. “Tengo que hacer unas mermeladas que me encargaron”, y me contó un poco más de su emprendimiento. Empezó cocinando en la casa hasta que se dio cuenta de que no entraba más. Ahora lo hace en una cocina de una sinagoga y empezó a hacer productos kosher, para la comunidad judía. En su web los productos varían según la estación y lo que va consiguiendo, pero lo picante atraviesa su producción. En la caminata pasamos por el puesto de comida de “Las chicas de la 3” pero todavía estaba cerrado. “Más tarde te invito una tortilla de las chicas, que son lo más”, me dijo y le acepté el desafío, aunque el “más tarde” significara comer tortilla de papas antes de las 10am.

Buscar, mirar, elegir, negociar. Así en loop es una visita al mercado con “El guiso de bagre”.

Encontramos ajíes, pero verdes. Negoció el precio y nos llevamos tres cajas. Estas sí las llevamos. No pesaban mucho y la idea era ir hasta la camioneta para moverla y estacionar cerca de Freddy, para así cargar los cayotes.

Mariano Winograd, otro amigo que se hizo en el Mercado Central.

En el camino nos encontramos con Mariano Winograd, otro amigo del Central de Huberto. Entramos a la cámara frigorífica y le mostraron algunos productos recién llegados. Yo, desde afuera, aprendí y saqué fotos. Seguimos caminando y Huberto encontró membrillos. Los venía buscando, pero estaban caros. Finalmente encontró un puesto a un precio que le servía. Los pagó, se llevó el papelito y dejó los membrillos. Afuera ya era de día. El movimiento de camiones y pickups seguía, aunque no con tanta intensidad. Aún quedaban varios “fueguitos” a base de cajones de madera para calentar la pava y el ambiente. Estáaba frío y húmedo.

Si aprieta el frío, hay fueguito.

Volvimos a la Alaskan. Le ofrecí el volante a Huberto y me dijo que no, que vino a disfrutar. Arranqué y fuimos en busca de estacionar lo más cerca posible del puesto de Freddy. Las calles internas entre naves son una jungla. Se supone que tienen una mano única (algunas), pero casi nadie las respeta. Y como faltan señalizaciones, son todas doble mano. Eso sí, siempre y cuando no te encuentres de frente con un fletero en un Fiat Siena que te clava el auto de trompa y con cara de pocos amigos para que vos te corras y lo dejes pasar. Perdón amigo, no había señal y por tu cara entendí que esa calle era mano única.

Las calles entre naves del Mercado Central y su touch.

Entre esquivar containers ya casi llenos de mercadería en mal estado y camiones y pickups mal estacionadas, fue toda una aventura moverse ahí. Finalmente nos acomodamos en una calle transversal, justo al lado de la salida del puesto de Freddy. Espejos y muñeca para acomodar y ahí se extrañó la falta de sensores y cámara de retroceso. Además, la ayuda de Huberto desde abajo para no pisar algún resto de cajón con clavos.

Alaskan lista para trabajar.

Antes de cargar, Huberto me dijo de dar una vuelta por el sector minorista del Mercado Central. No tenía idea de que existía y allá fuimos. Para llegar ahí hay que caminar unos 200 metros fuera del sector de las naves principales y entrar en otro lugar donde encontramos una gran área de frutas y verduras frescas a precios minoristas, más todo un sector con productos de almacén que van desde carnicería hasta productos de limpieza y vinoteca. Sí, los precios son mucho mejores que en mi barrio. ¿Dato “Lita de Lazzari”? Los ajíes-morrones rojos estaban a $400 el kilo y en ese mismo momento por mi casa los conseguía a $680 el kilo, como buen precio: “Camine, señora…”

El mercado minorista es muy conveniente en sus precios y se puede llevar por kilo sin necesidad de llevar bolsa completa o cajón entero.

Volvimos a la Alaskan, no sin antes comprar unos puerros y cebolla de verdeo para mí, que se transformarían en una gran tarta un par de días más tarde. La charla transcurrió entre recetas y lamentos al descubrir que “Las chicas de la 3” aún no habían abierto. Habrá que volver por una tortilla, mi querido Huberto.

Arriba los cayotes.

Cargamos todo en la Alaskan y encaramos para la salida. El ritmo cada vez era más lento en las calles internas del Mercado. Muchos puestos, incluso, ya habían cerrado. Quedaba gente revolviendo tachos y rescatando lo que algunos puesteros dieron por perdido. Había caras de cansancio cerca de las chatas de distintos años, modelos y versiones. Ya no hacía tanto frío como cuando llegamos. Con Huberto emprendimos el regreso a la Shell donde nos encontramos, para pasar todo a su auto, abrazarnos y despedirnos. Le prometí una próxima visita a su cocina. Me prometió una nueva ida al Mercado, para comer la famosa tortilla y volver a hablar de chatas y campo. Puse primera en la Alaskan y salí. Engancha el CD y un tal Gustavo Cerati recita:

“Anduve caminando

Por calles al azar

Por calles vacías

Buenos Aires, Argentina”

Chau Mercado Central. Gracias por la magia.

Semanas 2 y 3 – Juan Pablo Estévez

La troupe de Motor1 Argentina me prestó gentilmente la Renault Alaskan Confort 4×4 caja manual -que en la jerga popular se conoce como el “modelo base” de esta chata- en la previa de un fin de semana largo en el que me fui de viaje a la Costa Atlántica, para hacer base en Mar del Plata y visitar otras localidades vecinas.

Un dato que vale la pena destacar es que yo no soy un usuario que haga off-road y me enfrenté a ese miedo o idea previa que tienen muchas personas de que las camionetas de trabajo 4×4 son toscas, duras y pesadas. Jamás hay que dejarse llevar por los preconceptos.

Al día siguiente de recibir la Alaskan de manos de mi compañero Orly Cristófalo salí a probar esta pick-up por las calles de la ciudad de Buenos Aires, para irme familiarizando con su andar: nunca antes había manejado un vehículo de esta envergadura y tardé un tiempo en acostumbrarme a los radios de giro y a los espacios que hay que dejar entre auto y auto.

Una de las cosas que más me costó fue calcular cómo estacionar sin tener la camarita -recordemos que el modelo es “base”- porque al principio no lograba medir con certeza el espacio que quedaba libre con el auto de atrás y tenía un excesivo cuidado a la hora de realizar la maniobra.

Con la experiencia me fui dando cuenta de que es una cuestión de práctica y hacia mediados del viaje a la Costa ya lograba estacionar con facilidad, aunque es cierto que muchas veces se complica encontrar lugar en los lugares céntricos por las grandes dimensiones del vehículo.

Cuando saqué la Alaskan a la Ruta 2 me impresionó el confort del asiento y la posición de manejo. Sin conocer demasiado de chatas, la suspensión me pareció muy buena y el andar fue muy ameno. No la llevé a demasiadas revoluciones para no generar un consumo excesivo de combustible, porque este motor diesel consume bastante al igual que el de todos los vehículos de este segmento.

Llegué a Mar del Plata casi como si no hubiera sentido las horas de manejo y pese a que esta unidad no cuenta con sistema de infoentretenimiento ni mapas -tiene radio CD y Bluethoot- me gustó volver a los tiempos en los que se priorizaba el manejo por sobre otras cosas y me di cuenta que le presté mucha más atención al camino y a sus detalles que cuando voy en mi auto con el Google Maps funcionando y escuchando un podcast.

La idea en la Ciudad Feliz era sumarme a un amigo de mi papá que tiene una Hilux y suele meterse a andar en la arena, pero el tiempo me jugó una mala pasada y llovió fuerte todos los días, salvo uno que pude aprovechar para recorrer la Ruta Provincial N°11 para visitar las localidades costeras de Santa Clara del Mar, La Caleta, Mar de Cobo y Mar Chiquita, la única laguna albufera de nuestro país.

En muchas partes del recorrido tuve que meterme en la tierra mojada e incluso en el barro y la realidad es que siempre sentí firme a la chata, sin ningún inconveniente de tracción. En La Caleta fue dónde me encontré con las condiciones climáticas más adversas y las ruedas jamás me “patinaron” ni nada por el estilo.

Si comparo a la chata con lo que suelo manejar regularmente, que son hachtbacks o SUVs, obviamente que la encuentro más pesada, pero no siento que sea tosca: de hecho noté una gran maniobrabilidad en las curvas a una velocidad relativamente alta y su comportamiento es elástico e interesante, con un motor potente que se siente cuando uno emplea el acelerador con decisión.

A modo de conclusión, siento que se trata de un vehículo ideal para quienes se mueven en ambientes rurales o les gusta hacer mucho off-road, pero no encontré a esta chata funcional para moverse en la ciudad o incluso para usuarios con mi perfil, que no estamos acostumbrados a extraer todas las bondades que suelen ofrecer.

Ni que hablar que para usar en la ciudad tiene un consumo alto de combustible, es muy grande para estacionar y no termina resultando cómoda: siento que muchas veces los usuarios compran camionetas de este tipo en “modo aspiracional”, cuando realmente deberían usarlos quienes se mueven en caminos y zonas en las que realmente estos vehículos pueden hacer la diferencia.

Llevamos la Alaskan a la Ruta Provincial 11, famosa por unir localidades de la Costa Atlántica.

La primera parada fue en Santa Clara del Mar.

Después seguimos por Camet Norte.

En La Caleta los caminos estaban más complicados por la lluvia.

Pero eso no nos detuvo para almorzar en el restorán Peixe.

Seguimos camino hacia Mar Chiquita, la única laguna albúfera que tiene el país.

Nos metimos por las calles de tierra.

Y también llevamos a la chata a conocer el mar.

La vuelta a Mar del Plata se veía así.

Estadísticas

* Fecha de ingreso de la unidad: mayo 2023

* Kilómetros recorridos en el primer mes: 3.266

* Kilómetros recorridos en el segundo mes: ND

* Kilómetros recorridos en el tercer mes: ND

* Consumo promedio registrado durante los tres meses: 12.3 km/l (primer mes)

* Problemas registrados desde el inicio de la prueba: ninguno hasta el momento.

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