Dicen que lo bueno se hace esperar. En el caso del BMW M3 Touring, 37 años. Pero como hemos podido corroborar en esta prueba en vídeo, la demora ha merecido la pena.
Solo tienes que echar un vistazo a su carrocería familiar para darte cuenta de ello, porque su comportamiento, a priori, no varía. Tampoco su motor, que es el mismo S58 de seis cilindros en línea que monta la berlina capaz de rendir 510 CV.
El propulsor va asociado a un cambio automático de 8 velocidades de convertidor de par, que es el encargado de transmitir toda la potencia y par a los dos ejes… Eso si no has desactivado el ESP, porque si lo has hecho, puedes poner el coche en modo propulsión.
La conducción se realiza desde un puesto de mandos dirigido al conductor, como mandan los cánones de la compañía alemana, y totalmente nuevo, que ya adoptan el (prueba) BMW M2 G87 manual y el (prueba) BMW XM, pero que no lo hace la berlina. Está formado por una pantalla curva, que equivale a una de 27″, aunque realmente son dos: una de 12,3, la del cuadro de instrumentos, y otra de 14,9″, la del sistema de infoentretenimiento. La parte negativa de esta nueva configuración es que se han suprimido muchos de los botones físicos. Lástima.
Como el de tres volúmenes, el BMW M3 Touring puede equipar los asientos deportivos bacquet, que tienen un aspecto espectacular, que son más ligeros y que también están hechos para cumplir en circuito -aunque traen todos los lujos como calefacción o movimiento eléctrico tanto de la banqueta como del respaldo-. El acceso con ellos no es el más cómodo. Lo que no puede traer ni en opción es el techo en carbono.
Tiene un precio de 124.000 euros, lo que le sitúa entre el M3 berlina y el M4. Por imagen y capacidad de carga, me quedaba con el familiar. No tengo duda. Y si es en el color M Brooklyn Grey metallic como el de esta prueba, me lo pones para llevar…
