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Los Fabulosos Cadillacs se presentan con éxito en el Palacio de los Deportes

los fabulosos cadillacs se presentan con éxito en el palacio de los deportes

Como se auto describen, han sacado a relucir la lámina, “disco a disco, propulsados por su curiosidad, gambetearon cualquier casillero donde los querían clasificar. Foto Juan José Olivares

El viento de libertad y la sangre combativa de la que habla la canción Matador se fundieron la noche de este miércoles en el Palacio de los Deportes para reiterar su condición de pieza fundamental en la historia del rock en Latinoamérica. Pero más aún, para ser recordatorio de viejas heridas escritas en el diario de la conciencia colectiva de un continente.

La noche del miércoles, miles de gargantas la cantaron al unísono siguiendo la distinguida voz de Vicentico, quien junto con Sr Flavio y Sergio Rortman, conducen una maquinaria llamada Los Fabulosos Cadillacs.

La banda argentina formada por motores potentes y una carcasa de acero, pasó de nueva cuenta por carreteras mexicanas para dejar su huella de llantas, representada por un racimo de rolas icónicas manufacturadas a través de géneros como el ska, el rock steady y el dub.

El combo, que hace unos meses logró reunir a más de 300 mil personas en el Zócalo de la CDMX, volvió a rugir y a hacer lo mismo a sus fieles hinchas multi-generación.

Los Fabulosos volvieron a los caminos mexas con suspensión reforzada para girar y girar con el El León del Ritmo, tour que celebra los 30 años disco El León, que contenía precisamente Matador, que les instaló un propulsor de ocho cilindros para dejarlos sin freno a lo largo de 38 años. Bueno, sólo hicieron una parada a los pits, donde se hacen las reparaciones de los vehículos.

Los Cadillacs, referencia ineludible en todo el continente y en Europa, mostraron fluidez e innovación de “último modelo”, cual argot automotriz, que ha detonado las válvulas de la consagración que han influido a infinidad de músicos del continente.

Como se auto describen, han sacado a relucir la lámina, “disco a disco, propulsados por su curiosidad, gambetearon cualquier casillero donde los querían clasificar. Pasaron del ska y el reggae al rock, el rap y la salsa, hasta convertir a todo ese caldo musical en nada menos que el llamado “rock latino”. Son la suma de todos esos estilos, o incluso un total mayor a la suma de las partes”.

Pero su descripción más exacta: “renovación constante y su acto reflejo de esquivar las etiquetas”, que a lo largo de su trayecto, los ha hecho venderse en cualquier concesionaria de autos; es decir, los foros donde han tronado su mecanismo sonoro, detonante de una relación perenne con el respetable mexicano, al que le dejaron ver su interior pleno de vestiduras finas cocidas con excelentes rolas, ya clásicas que están entre el tarareo de humanos de distintas épocas, como las que se juntaron en el Domo de Cobre.

Con piezas como Manuel Santillán, El León, Calaveras y diablitos, Los condenaditos, Mal bicho o Mi novia se cayó en un pozo ciego, los presentes en el inmueble de Iztacalco estallaron de gozo con estos auto-transformers del ritmo, los cuales en más de dos horas y casi una treintena de rolas hicieron un jolgorio que sólo terminó, luego de un largo encore y cuando el destello de la luminarias del recinto se encendieron a lo máximo.

Los Cadillacs crujieron de nuevo por estos lares…

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