XC90 Recharge T8 AWD, Denim Blue
El último diésel de Volvo en Europa se enviará directamente a un museo
La historia de la nueva Volvo comenzó precisamente en 2010, cuando la china Geely la compró cuando era propiedad de Ford. Una operación que cambió para siempre a la marca sueca que comenzó un proceso de modernización paulatino.
En 2015, año del estallido del escándalo de emisiones de Volkswagen, el 88% de las ventas de Volvo en Europa eran modelos diésel. Un momento clave que supuso el principio del fin de esta motorización, que dos años después, en 2017, vio como la cuota bajo hasta el 50%, mientras que en 2023 se colocó por debajo del 10%.
Una Volvo que se ha propuesto como objetivo ser una marca 100% eléctrica para 2030. Un objetivo que habrá necesitado «apenas» 15 años desde la explosión del «Dieselgate». Un evento que supuso un catalizador para el cambio.
Un cambio que no ha sido fácil, y desde el fabricante se ha puesto sobre la mesa el reto de lograr igualar costes de producción de los sistemas de combustión interna y los eléctricos. Una fase de transición donde las ayudas públicas han jugado un papel, clave, pero donde estas ya se están empezando a retirar, lo que obligará a los fabricantes a encontrar el punto de equilibrio económico con estas «nuevas tecnologías».
Ahora, la fábrica de Torslanda ha sacado adelante su último coche diésel. Un XC90 que no irá a ningún concesionario ni a ningún cliente especial. Será enviado directamente al museo de Volvo en Gotemburgo, donde será exhibido como una parte de la historia de una marca que encara el futuro con la vista puesta en la electrificación.