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Volkswagen

Prueba Volkswagen T-Roc Cabrio R-Line: un SUV compacto diferente

Hablamos de un todocamino descapotable muy especial, con 150 CV de potencia.

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Tradicionalmente, todo aquel que quería disfrutar de un compacto descapotable en Volkswagen, debía recurrir al Golf. Aunque a decir verdad, la séptima y octava generación del modelo ya prescindieron de la lúdica versión Cabrio.

¿Soluciones? Bueno, si la gente empieza a comprar más SUV que compactos, ¿por qué no ofrecer un todocamino descapotable? Puede que ese planteamiento fuera el que dio lugar al Volkswagen T-Roc Cabrio de esta prueba.

Un modelo que, en cierto modo, es único, ya que lo más parecido a él, el Range Rover Evoque Convertible, ya dejó de venderse hace bastante tiempo. Y queramos o no, un Jeep Wrangler al que se le puede desmontar el techo (y las puertas) es otro concepto totalmente diferente…

Galería: Prueba Volkswagen T-Roc Cabrio R-Line 1.5 TSi 150 CV DSG

Al hablar del Volkswagen T-Roc Cabrio, lo hacemos de un modelo de nicho, que se ensambla sobre la plataforma MQB y que cuenta con unas dimensiones de 4,26 metros de longitud, 1,81 de anchura y 1,52 de altura. En este sentido, es un poco más largo y bajo que el T-Roc ‘convencional’.

Otra diferencia es que cuenta con un habitáculo solo para cuatro ocupantes, con asientos de corte deportivo en esta variante R-Line, complementados por la tapicería de cuero Vienna, que es opcional y puede equiparse en un paquete junto a los asientos calefactables.

Delante, el parabrisas protege bastante bien. Detrás, las dos plazas individuales ofrecen un nivel de confort aceptable (sobre todo, en las cotas de anchura y altura), aunque es cierto que van bastante más erguidas de lo que suele ser habitual. ¿Una ventaja? Los respaldos se pueden abatir, si se necesita transportar un objeto más largo de lo habitual.

 

Sobre el maletero, diremos que ofrece una boca de carga más estrecha y que ve menguada de forma importante su capacidad, teniendo que conformarse con 280 litros, frente a los 445 que ofrece la versión cerrada. Eso sí, en su favor debemos reconocer que esa cifra permanece invariable, independientemente de la posición en la que esté el techo.

Esto se debe a que recurre a una capota de lona, más ligera y compacta que un techo duro retráctil cuando se repliega. Algo que, por cierto, se puede llevar a cabo en solo 9,0 segundos, pulsando un botón y hasta una velocidad máxima de 30 km/h.

El aislamiento que ofrece la capota es normal, lo suficientemente bueno como para viajar con cierto grado de confort, pero sin llegar a aislar por completo el ruido aerodinámico del coche; sobre todo, del que procede de la zona posterior.

Existe un paravientos, que se puede instalar sobre las plazas traseras, pero a diferencia de otros modelos, no hay un sistema de calefacción en el asiento que emita aire caliente en la zona del cuello. A fin de cuentas, no es un modelo tan premium.

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Sin salir del habitáculo, podríamos decir que el T-Roc no es el modelo más moderno de la categoría ni el que cuenta con el diseño más atrevido. En ese sentido, el nuevo Golf está muy por delante, ofreciendo también un punto extra de calidad. 

Aun así, el SUV alemán ofrece una llamativa configuración de doble pantalla, con un cuadro de mandos digital y configurable y un display táctil de 8,0 pulgadas para el sistema multimedia, que es compatible con los protocolos Apple CarPlay y Android Auto. 

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Entrando de lleno en el plano mecánico, en la gama del T-Roc Cabrio solo hay versiones de gasolina, asociadas a la tracción delantera. Es más, únicamente hay dos motores: el tricilíndrico 1.0 TSI, de 115 CV, como versión de acceso, o el 1.5 TSI, de 150 CV, asociado a un cambio manual de seis marchas o a la transmisión automática de doble embrague DSG, de siete.

En nuestro caso, hemos optado por la opción tope de gama, que entrega 250 Nm de par máximo, entre 1.500 y 3.500 rpm, alcanza los 205 km/h y acelera de 0 a 100 en 9,6 segundos. Datos que se completan con un consumo medio de 6,8 litros cada 100 kilómetros, que en condiciones reales suele estar más cercano a los 8,0 litros.

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En marcha, el motor del T-Roc resulta más que suficiente para moverse por la ciudad y fuera de ella, con un buen rendimiento y un funcionamiento bastante suave, progresivo y elástico. De hecho, da la sensación de que la versión de 1,0 litros de cilindrada sería más adecuada para un uso eminentemente urbano, ya que sus 115 CV pueden quedarse algo cortos a la hora de llevar a cabo incorporaciones o adelantamientos en vías de doble sentido.

La transmisión DSG trabaja con velocidad, aunque no con tanta suavidad como las cajas automáticas que emplean otras marcas y la suspensión de esta variante R Line resulta un puntito más firme, sin llegar a ser incómoda.

De este modo, nos encontramos ante un coche confortable y estable, que transmite una gran sensación de aplomo y que no balancea en exceso. Si a ello le añadimos una dirección bastante precisa, obtendremos un coche con el que se puede circular disfrutando de la conducción. Sobre todo, si se va descapotado, en un día primaveral u otoñal, de sol y temperaturas suaves.

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Entre los aspectos a mejorar, están sus cualidades a la hora de circular fuera del asfalto, donde más allá de una altura libre al suelo algo superior a los 15 centímetros, en pocas cosas se diferencia de un turismo.

Y obviamente, hay aspectos donde el T-Roc Cabrio sigue en desventaja frente a un T-Roc normal. Por ejemplo, es más pesado, con unos 200 kilos extra en el paso por la báscula. Y también es más caro.

De hecho, la versión probada, tope de gama, parte de los 42.630 euros, frente a los 31.525 euros que cuesta un T-Roc con la misma combinación mecánica y el acabado Sport (a los que habría que sumar los 3.010 euros de los paquetes R-Line interior y exterior).

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