Laia Sanz y Maurizio Gerini, durante la séptima especial de Dakar
El tramo cronometrado, de 333 kilómetros, tenía un poco de todo: pistas, zonas pedregosas, dunas… Un menú en el que Laia Sanz se encontraba a gusto, y en el que podría haber rodado otra vez en posiciones destacadas, igual que en la segunda etapa, antes de que perdiera una rueda por la rotura de los espárragos. No obstante, muy pronto ha notado que algo no terminaba de ir como debía.
“Hoy podríamos haber corrido mucho y sabemos que hubiéramos podido hacer un resultado mucho mejor, pero hemos tenido un problema de potencia y con una pinza de frenos que nos han condicionado. Desde el principio de la especial he notado que el coche no corría”, lamenta.
“Primero pensábamos que era el diferencial, pero en la asistencia de dos horas que hemos tenido, los mecánicos han visto que el problema estaba en una pinza de frenos y en el mapa del motor. Han podido solucionarlo y espero que mañana podamos salir a hacer una buena etapa”, comenta tras cubrir las dos horas de asistencia permitidas en esta especie de etapa semimaratón improvisada por la organización por las dificultades meteorológicas.