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Re-Factory: la fábrica de Renault que deja en evidencia las contradicciones de la industria automotriz

re-factory: la fábrica de renault que deja en evidencia las contradicciones de la industria automotriz

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Se presenta como ejemplo de “Economía Circular”. Opera dentro de un negocio que hizo un culto de la “Obsolescencia Programada”.

Desde Flins (Francia) – La fábrica de autos más antigua de Renault que se encuentra aún en actividad en Francia se encuentra en la localidad de Flins, a 48 kilómetros de París. Desde 1952 y hasta hoy allí se fabricaron modelos icónicos como los Dauphine, R5, Clio y Twingo. En la actualidad, allí se producen los Renault Zoe (leer crítica) y Nissan Micra. Sin embargo, se sabe que a fines de 2023 se dejarán de fabricar autos en Flins. Ya desde hace un año allí se desarrolla una nueva actividad: “re-fabricar autos”.

їDe quГ© se trata eso?

Para explicarlo, primero es necesario ponerse en el lugar y la mente de los franceses. Es una sociedad de consumo donde resulta habitual que un auto con más de cinco años de antigüedad sea descartado y compactado. La industria de la reparación vehicular es muy pequeña en este país y el foco está puesto en el mantenimiento básico, más que en los arreglos profundos. Por eso es tan común ver a los argentinos agarrarse la cabeza en las redes sociales cada vez que alguien publica imágenes de un desarmadero europeo, donde se descartan autos con pocos años y kilómetros.

Otro aspecto que es necesario tener en cuenta: la sociedad europea es mucho más exigente que la nuestra a la hora de consumir productos industriales. La huella de carbono, la capacidad de reclicado, el “sello verde” y otros aspectos ambientales pueden determinar el éxito o el fracaso de un bien o servicio.

La Renault Re-Factory, que ya comenzó a operar en Flins, envía un claro mensaje a ese tipo de público y mercado: “No es necesario descartar los autos. Es posible extender su ciclo de vida más allá de lo habitual. Y, cuando se planifica bien, también se puede reciclar un gran porcentaje de sus componentes”.

Es un mensaje que suena obvio y hasta extemporáneo a los oídos del consumidor argentino, pero que el Grupo Renault (Dacia, Renault, Alpine y Mobilize) lo convirtió en uno de los mensajes más importantes del reciente Salón de París: allí se presentó su plan de “Economía Circular” (ver video abajo).

La “Economía Circular” no es un invento de Renault. Es un concepto de consumo responsable que propone un modelo de producción que impulsa compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible, para aprovechar sus materias primas al máximo de sus capacidades. De esta forma, el ciclo de vida de los productos se extiende y se reaprovechan mejor sus componentes.

Mientras se completa la producción de los Renault Zoe y Nissan Micra, en la Re-Factory de Renault en Flins ya se trabajan estos cuatro aspectos diferentes de la “Economía Circular”.

1. Re-Cycle: Los autos que ya cumplieron con su ciclo de uso son desarmados y reciclados al máximo posible. Renault promete que las nuevas generaciones de sus autos tendrán materiales que permitirán reutilizarlos hasta en un 95%.

2. Re-Start: En Flins se instaló un Industry Innovation Center, que en los próximos días anunciará una alianza con un gigante de la informática. Allí opera un Campus en alianza con universidades de Francia para crear laboratorios de desarrollo orientados a una producción de vehículos más sustentables.

3. Re-Trofit: En Flins hay una planta de reconversión de vehículos, para transformar a vehículos con motores de combustión interna en eléctricos o alimentados con pilas de combustible de hidrógeno.

4. Re-Energy: En alianza con la empresa Hyvia, se impulsa la transformación a hidrógeno de vehículos comerciales livianos y la reutilización de baterías descartadas de autos eléctricos en desuso, para seguir usándolas como fuentes de almacenamiento de electricidad.

Como puede verse, en Flins parecen haber rescatado una tradición que el sector automotor parecía haber olvidado en el Viejo Continente: los autos se pueden reparar, transformar y reutilizar mucho más allá de los clásico cinco años de uso que suelen condenar al desguace al promedio de los 0km del Viejo Continente.

Sucede que las políticas como la “Economía Circular” no sólo son exigidas por los consumidores con mayor conciencia ambiental. Son los inversores, quienes respaldan con su apuesta en las cotizaciones de bolsa, los que exigen planes de negocios que sean “más verdes” desde incluso antes de implementarlos. Como ocurre con los países donde se baten récords de ventas de autos eléctricos -el ejemplo siempre citado es Noruega- el consumidor no sólo se preocupa por el bienestar del planeta. También quiere hacer un buen negocio, aprovechando incentivos fiscales o -en el caso de los inversionistas- dividendos más jugosos.

El imaginario popular ya bautizó con un término muy ocurrente a la apuesta corporativa por políticas ambientales más responsables y amigables ante los ojos de clientes e inversores. Lo llaman “Green Washing”, como una deformación del famoso “Brain Washing”. Es una especie de “lavado de conciencia” con apuestas más “verdes” que permitan olvidar las culpas del pasado.

Es sabido: cuando encara políticas de este tipo, los usos y costumbres de la vieja industria automotriz mundial se expone a sus propias contradicciones. Por ejemplo, los académicos citan a Chevrolet como la automotriz que inventó un concepto industrial que más tarde se aplicaría a todos los sectores de la economía: el Sedán 1923 es señalado como el primer vehículo que implementó la “obsolescencia programada”, al incorporar de manera periódica rediseños y mejoras que la marca había decidido no implementar -de manera programada y consciente- al momento inicial de lanzar el modelo. La idea es alimentar la necesidad de cambio y renovación, descartando productos nuevos que, con pocos cambios, resultan “anticuados” u “obsoletos”.

Es por eso que, mientras se hablaba de “Economía Circular”, marcas como Renault, Dacia, Peugeot y otras más presentaron en el Salón de París los rediseños, restylings y actualizaciones de modelos que eran nuevos y flamantes hasta hace unos meses (ver notas).

Un ejemplo actual de “obsolecencia programada” se aprecia con los autos eléctricos. La mejora en la autonomía de las baterías convierte en absoletos a vehículos con 250 kilómetros de alcance frente a la resistencia de los más nuevos con 450 o 500 kilómetros. El auto sigue siendo el mismo, lo que cambió es la tecnología de las baterías, con muy pocos años de diferencia.

Por eso, para que el concepto de la “Economía Circular” no parezca una utopía, al mundo no le alcanzará con sólo una Re-Factory en Flins. El desafío para terminar con las contradicciones es transformar a toda la industria. El consumidor, con su poder de compra responsable, tendrá más poder que nunca en este cambio.

C.C.

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