Los coches eléctricos están de moda, pero desde luego que no son algo nuevo. La electricidad estuvo presente prácticamente en la misma gestación de la automoción y, aunque nunca ha llegado a la popularidad actual, a lo largo de los años ha habido intentonas repetidas por poner en el mercado modelos de cero emisiones. El Toyota RAV4 EV es un claro ejemplo de ello.
Toyota es conocida como la pionera de los coches híbridos, pero también empezó bien pronto su andadura eléctrica, aunque luego la abandonara durante prácticamente dos décadas.
Sin embargo, en la recta final de vida del modelo, la marca japonesa se animó a ofrecer el vehículo a particulares, consiguiendo unas ventas de 328 ejemplares, una cifra baja, pero que tampoco estuvo mal si tenemos en cuenta que fue a principios de los años 2000, cuando en España el diésel era el dominador absoluto.
Montaba un motor de solo 67 CV y 190 Nm de par máximo que estaba asociado a una batería de hidruro metálico de níquel con una capacidad de 27 kWh. Era suficiente para conseguir una autonomía de unos 150 km. Además, tardaba unas 5 horas en recargarse por completo.