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La herencia eterna del Ferrari F40

El Ferrari F40 lo hicieron en menos de un año, y sin embargo se le considera como una obra maestra de la ingeniería. Este legendario coche heredó la mejor tecnología de la F1 de entonces, y aportaba una experiencia de conducción no apta para pusilánimes.

Texto: Jason Barlow / Video: Rowan Jacobs para Ferrari Magazine

Enzo Ferrari tuvo una vida tan explosiva e intensa que ni el cine más imaginativo ha sabido recrear. Para un hombre con una vida tan “plena” como la suya, a caballo de dos siglos y, por supuesto, capaz de jugar un papel fundamental en el auge del automóvil, era justo y apropiado que el último coche que firmó personalmente fuera uno de los mejores de la leyenda de Ferrari.

Sin embargo, incluso para los poderosos estándares de esa compañía, el Ferrari F40 marcó toda una época: era una máquina tan rápida y poderosa que resumía todo lo que representaba la gran Ferrari, incluida una mentalidad tan particular como ‘dura’.

El sello del Commendatore

Enzo, que fue un ‘agitador de almas’ confeso, también resultó ser un contrastado buscador de talentos. Cuando contrató al ingeniero Nicola Materazzi en 1979, tal vez sin saberlo había reclutado a la principal autoridad italiana en la tecnología emergente de los turbocompresores.

Además de trabajar en los coches de F1 de la Scuderia Ferrari de principios de la década de 1980, Materazzi también vigiló al equipo que desarrolló el GTO. Este fue diseñado originalmente para ser un competidor dentro de los Grupo B, pero fue rápidamente reutilizado como un auto de circuitos cuando la FIA canceló esa división en los rallies a causa de las múltiples preocupaciones de seguridad que algunos accidentes muy celebres despertaron.

Ma qualle bella macchina

A pesar de su complejo nacimiento el GTO se vendió tan bien que Enzo Ferrari estaba ansioso por encargar incluso un sucesor. El F40 fue nombrado en honor a los 40 primeros años de la compañía. Ferrari tenía la intención de fabricar 400 unidades, pero la producción llegó a superar las 1.300 unidades al final de su existencia.

El poderoso Ferrari F40 en acción.

Creado en menos de un año, Enzo Ferrari concedió al equipo de desarrollo un grado inusual de capacidad en el conjunto de la estructura de la marca. Esto les permitió concebir un automóvil con un enfoque y propósito poco comunes. El Ferrari F40 encarnaba la transferencia de la tecnología del turbocompresor de los circuitos a la carretera. La singularidad de esta perspectiva fue, por supuesto, una de las señas de identidad de uno de los más grandes coches de la historia del automóvil.

Alma, corazón y vida del Ferrari F40

El F40 utilizaba tecnología contemporánea de F1, con paneles de kevlar unidos a un chasis de estructura espacial, de acero tubular. Las puertas, el capó y el portón del maletero eran de fibra de carbono. El motor era un V8 de 2936 cc, con doble turbocompresor para producir 478 CV, e iba montado longitudinalmente para acomodar escapes de igual longitud y el comentado par de turbos. El bloque, las culatas, las tapas del árbol de levas y los colectores de admisión se amasaron en la fundición de Maranello.

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La carrocería del F40 pasó por exhaustivas pruebas en el túnel de viento para hacerla lo más aerodinámica posible.

Con un peso de solo 1250 kg en seco, el F40 podía alcanzar los 100 km/h en 4,1 segundos. Con él, Ferrari firmó una velocidad punta de 324 km/h, todo un logro cautivador en 1987. De hecho, el F40 fue el primer coche de producción en superar ese importante umbral.

Esto ayudó a sellar su reputación estelar. Pero la fama también se debía, seguramente, a la belleza salvaje del diseño de su carrocería, atribuida a Pietro Camardella de Pininfarina. «Nos lanzamos de cabeza al trabajo«, recuerda el diseñador jefe de la empresa, Leonardo Fioravanti. «Se llevó a cabo una extensa investigación en el túnel de viento para optimizar la aerodinámica, con el fin de lograr los coeficientes apropiados para el coche de carretera más potente de Ferrari de la historia. Su estilo está a la altura de sus prestaciones: el capó bajo con un voladizo muy pequeño, las salidas de aire NACA y el alerón trasero, que mi colega Aldo Brovarone colocó en ángulo recto, lo hicieron famoso«.

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No apto para débiles de espíritu

El F40 también es un coche que exige un gran respeto por parte de cualquiera que tenga la suerte de conducirlo. Gerhard Berger, que corría para la Scuderia Ferrari en 1987, señaló irónicamente que el Ferrari F40 era «muy fácil de conducir… si tienes experiencia con coches de carreras«. Todo un eufemismo.

Olvídense de que estemos ante una máquina histórica muy valiosa. Sus turbos gemelos, la respuesta del acelerador, la ausencia total de control de tracción o la de cualquier tipo de asistencia a la frenada nis empujan hacia una experiencia de conducción enormemente estimulante… pero que destroza los nervios.

El simple hecho de sentarse en ese Ferrari ya es intimidante: los paneles de las puertas están desnudos, el salpicadero es escaso y no hay alfombras en el suelo, y los asientos de fibra de carbono están cubiertos con una tela ignífuga Nomex. Está claro que este coche va en serio…

Bajo el sol de la Toscana

Presione usted el botón de arranque y el motor entrará en erupción. Es un coche de carreras ruidoso al ralentí, que nos transporta hasta los reinos de lo fantástico cuando se mueve.

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El F40 podía alcanzar los 100 km/h en 4,1 segundos antes de alcanzar una velocidad máxima de 324 km/h.

Ahora que toda la industria de la automoción, incluida Ferrari, está descubriendo cómo agregar alma a los productos eléctricos, les sigue faltando ese el ingrediente mágico como pocos vehículos como el F40 incluyen en su receta. Y ese es, sin duda, la insuperable aportación que la combustión interna expresa en su forma más embriagadora.

El F40 acelera con violencia cósmica; sus turbos gemelos silban y silban, invitándote a subirte a la cresta de su ola. En un mundo digital, este F40 es una sobredosis analógica.

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