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De Henry Ford a Marcos Galperin: el éxito de tu empresa no te da la razón

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De Henry Ford a Marcos Galperin: el éxito de tu empresa no te da la razón

Henry Ford, el fundador de Ford Motors, no sólo impuso una de las marcas más conocidas en la historia del capitalismo, sino que también revolucionó el sistema de producción fabril creando miles y miles de puestos de trabajo, sostuvo una política de salarios altos y posibilitó que millones de obreros accedan a un automóvil. Nacido en el seno de una familia muy pobre, Ford es un ejemplo universal de self-made man, esfuerzo personal y talento individual. Un campeón en “ganar dinero sirviendo al prójimo con bienes de mejor calidad al menor precio” como dice Javier Milei.

Con la misma eficacia, Henry Ford fue uno de los más activos difusores del antisemitismo. Publicó el best-seller “El judío internacional” que tuvo una influencia prominente en la formación del nazismo. Hitler admiraba tanto a Ford que tenía un retrato suyo en sus oficinas de Múnich y el jefe de las juventudes hitlerianas, von Schirach, afirmó que fue Ford quien lo convirtió al antisemitismo porque, en palabras del jerarca nazi, “era la representación del éxito y de políticas sociales de progreso. En la Alemania quebrada y golpeada por la pobreza de aquel tiempo, la juventud miraba a América…” (Núremberg Trial Proceedings Vol. 14- 23 May 1946).

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Marcos Galperin desarrolló un servicio exitoso que facilita las transacciones comerciales de millones de productores y consumidores de Latinoamérica. Su plataforma es una herramienta de gran utilidad para empresas, emprendedores e incluso trabajadores de la economía popular, social y solidaria. La billetera virtual es la más ágil del mercado y la menos engorrosa de usar para los sectores informalizados. Muchas personas humildes pueden acceder a servicios financieros en mejores condiciones de las que obtenían previamente. A diferencia de Ford, Galperin nació en un entorno familiar privilegiado, tuvo una educación de elite y apoyo en el desarrollo inicial de su empresa, pero lo cierto es que aprovechó estas ventajas. Reconozcamos que también “gana dinero sirviendo al prójimo con bienes de mejor calidad al menor precio”.

Así como sería ridículo atribuir las proezas empresariales de Henry Ford al más modesto Marcos Galperin, sería injusto atribuirle a Galperin las barbaridades ideológicas de Ford. La utilidad de la comparación es la siguiente: tener plata, ser exitoso, cotizar en bolsa, desarrollar un producto o un servicio que se adecue a las preferencias del consumidor no te da la razón, no te hace superior al resto, no te convierte en un modelo a seguir, no confirma que tu ideología sea correcta. Las características personales que te permiten triunfar como empresario pueden ser, en ocasiones, precisamente las que te convierten en un engreído carente de empatía en otros planos de la existencia.

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Viendo como Marcos Galperin, el tipo más rico de la Argentina, se regodea mostrando los beneficios de los servicios de Mercado Libre como argumento en su discusión política contra Tenembaum y O’Donnell a los que, además, califica de kirchneristas -¡Tenembaum y O’ Donnell, contate otro!-; viendo además el uso de caricaturas ridiculizantes del rival y su autoproclamación como patriota y benefactor de la humanidad; viendo cómo utiliza los aspectos positivos de su servicio -desde luego, los perjuicios indirectos y externalidades negativas nunca se cuentan- para construir una falacia argumentativa, percibo otro paso más en esta nueva forma de oscurantismo plutocrático que deriva de la soberbia de clase. Es la unción sacrosanta del dinero la que otorga capacidades intelectuales, políticas e incluso morales superiores. La junta de los ungidos por el mercado son la nueva inquisición que divide al mundo entre buenos y malos. Hay que arrodillarse ante el fulgor de su éxito o vas a sufrir.

Bueno. Será. “No me verás arrodillado”.

En la variante galperónica de esta fantasía corporativa global, los que osan criticar los monopolios como el suyo, a monopolistas como él, los que plantean la regulación de las grandes empresas y plataformas digitales, promueven una reforma impositiva progresiva, heréticos a la religión única de la libertad irrestricta de mercado y la meritocracia, son los orcos malos y los orcos malos de Galperonia son kirchneristas; de ahí llegar al ridículo de etiquetar a estos dos eternos habitantes de Corea del Centro, tan apacibles como los Hobbits de la Comarca, bajo un rótulo que, para bien o para mal, no les corresponde.

“El Judío Internacional” se puede comprar por Mercado Libre. Creo que viola abiertamente la legislación contra el antisemitismo. A chequear, @marcos_galperin… ah, cierto que me bloqueó, porque los magnates no debaten con orcos, los bloquean. En Galperonia no hay lugar para opinar libremente. Mala mía.

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