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Crítica rural: "La Ford Maverick que necesito es la que me muestra el tablero"

Desde la Cuenca del Salado, escribe nuestro hombre de "tierra adentro". Opina Jacinto Campos.

Desde la Cuenca del Salado (Buenos Aires) – Hace tiempo que le vengo contando a los chicos del equipo de Autoblog (perdón, “Mótor Uán”), que ando con ganas de achicarme en materia de vehículos. En el campo ya tengo la Chevrolet S10 viejita, que es la “chata del pueblo” y usa todo el mundo, para cargar y trabajar. Mi esposa tiene su Chevrolet Tracker AWD (generación anterior, con cubiertas tan debiluchas que pincha cada dos por tres en los caminos de tierra, al punto de dudar de su relación con el gomero de la zona). Y yo sigo con mi S10 LTZ que ya todos conocen (ver nota de archivo).

Para el uso que le doy, me está quedando demasiado grande. Y también me está resultando un poco incómoda. Culpo por eso a los chicos de Motor1 (perdón, “AAB”), que en los últimos tiempos me hicieron conocer chatitas más lógicas, cómodas, prácticas, razonables y económicas. En su momento ya publiqué mi opinión sobre las Fiat Toro (leer acá) y Renault Duster Oroch (leer acá).Tienen el tamaño que necesito para entrar y salir del campo, andar por la ruta, estacionar en la ciudad y consumos de combustible muchos más razonables. Eso sí, ninguna de estas “monocasco” (imaginaba a un simio con yelmo, hasta que C.C. me explicó lo del chasis y la carrocería autoportante). Eso significa que no se bancan mucho el castigo en el barro pesado, que no son para llevar grandes cargas y además ninguna de estas tiene reductora. Pero para eso ya tengo la vieja S10 y los dos tractores.

La cuestión es que hace más de un año que le digo a la gente del ex blogcito que quiero probar la Ford Maverick. Pero primero la tuvo un montón de tiempo Orly Cristófalo (leer crítica) y después se la dieron al Coloflow (leer crítica).Recién un año después pude manejarla y tengo que decir que me encantó.

Entrar a la cabina es un placer. No hay que subir escalones ni estribos, la posición de manejo es bien cómoda y accesible, como un auto. Adentro es muy parecida a la Ford Bronco Sport que manejé hace un tiempo (leer crítica) y sólo extrañé las levas del cambio en el volante.

їQuГ© le pasГі a Don Jacinto, que ahora pide levas? ВїSe hace el pistero? No, pero el motor de la Maverick es tan bueno y la caja responde tan bien que es una chata que te invita a jugar.В El 2.0 turbonaftero (253 cv y 380 Nm) es un motorazo. Es silencioso, empuja desde bien abajo, responde bien en cualquier cambio y se entiende muy bien con la caja automática de ocho cambios. Acelera de 0 a 100 km/h en 7.4 segundos, una locura: está casi como para correrle una picada al GR Yaris de C.C. (que de picadas sabe mucho, sobre todo cuando se la sirvo con salame quintero, quesos de Suipacha, bondiolita y galleta de campo).

La tracción integral me pareció buena, pero le pediría un poco más: al menos un bloqueo de 4×4, para que no desacople cuando realmente se necesite la 4×4. Para felicitar a Ford: esta versión Lariat FX4 viene de serie con gancho de remolque ya instalado.

En la tierra, la suspensión hizo el viaje placentero y en el tramo Suipacha–JM García pudimos probar su aceleración para pasar los trencitos de camiones que se forman en la Ruta 5. También allí nos dio una respuesta más que satisfacoria.

їLo Гєnico que no me gustГі? El despeje del suelo, es demasiado bajita. Y ese spoiler de plГЎstico bajo el paragolpes delantero no ayuda mucho: roza en todos lados. TambiГ©n le subirГ­a un poquito la suspensiГіn, no demasiado. Y le pondrГ­a unos neumГЎticos con un poquito mГЎs de dibujo, para que se defiendan mejor en el barro.

Lo loco de todo esto es que la Maverick que acabo de describir existe, al menos de manera virtual. Es la chatita que te aparece dibujada en el tablero cada vez que la ponés en marcha. Aparece en el display central, muy bien parada y fachera, como diciendo: “¿Te gusto así? Me dibujó la Inteligencia Artificial de la Cuenca del Salado”.

Tal vez Ford se anime y en algún momento la lleve a la “realidad-real”.

Antes de terminar debo hacerles partícipes de un extraño acontecimiento, que por su rareza  e infrecuencia, merecería entrar al Récord Guinnes (sin la cerveza, por cierto): dejo constancia de que, esta vez, C.C. no se llevó nada de leña. Se ve que el hombre estaba bien estoqueado o preocupado con otros temas más urgentes (no digo “más importante”, porque para nuestro amigo no hay nada más importante que “la familia y la leña”, aunque cuando veo agarra la motosierra veo cierto seño fruncido y preocupado en Lola y Vito).

Hasta la próxima.

J.C.

La Ford Maverick Lariat 4WD FX4 que Jacinto Campos manejó en la Cuenca del Salado.

Y la Maverick que le gustaría comprar.

Además, dejó su denuncia sobre la caída, abandono y reparación artesanal del famoso Puente de García Oeste, que afecta a la Cuenca del Salado desde la pandemia (ver historia completa acá abajo).

ADEMÁS: “La triste historia del Puente de M. J. García”

“La gente es buena… pero el poncho no aparece”. Parecería que eso le pasa al Puente de Garcia Oeste, Ubicado en el Camino 076-01 que une la estación M. J. García del FFCC Sarmiento con la Ruta Provincial 42 y la Estacion San Jacinto. Son dos poblados, en cuyo “Boliche de Ferrari” paraban no menos de once carros lecheros para cargar la leche en el ferrocarril, con cuyo paso los pobladores ponían en hora sus relojes y que en la esquina del edificio de la estación -hecho por los ingleses- hay una marca con la altitud sobre el nivel del mar.

Hace más de cuatro años que se derrumbó el puente sin motivo aparente -más allá del habitual abandono de la obra pública-, obligando a todos los productores, visitantes, habitantes (pocos, muy pocos como pasa en nuestra campiña)- a dar un rodeo que a veces insume casi 60 kilómetros. Ese camino pasa por el Arroyo Los Leones (a cinco kilómetros de Suipacha), donde se encuentran las nacientes del Río Luján.

No hemos encontrado fuentes explícitas sobre el año de construcción del puente, pero hay referencias al menos desde 1915 (ya más de un siglo). La cuestión es que, como se derrumbó a medias durante la pandemia, quedando sus dos mitades (sí, se partió al medio), la industriosa población -cansada de esperar su reparación- comenzó a echarle tierra y convertirlo en “habilitado” para el tránsito. Primero fue un ciclista, luego un audaz motociclista, al tiempo un remís apurado, que ahorrando gasolina se le animó y lo cruzó. A partir de allí, los industriosos vecinos fueron poniendo sus paladitas de tierra (porque acá los “granitos de arena” no sirven) y hoy hasta algunos camiones se le animan. Obviamente, es un verdadero desafío porque el vértice inferior de la bajada no se ve si uno no se baja del camino. Nuestra sugerencia es que uno se baje antes de hacer la subida (cosa que hizo C.C.) y de allí indicarle a Jacinto Campos, que le gritó: “¡Metele pata, nomás… que la Maverick se la banca, el puente no sé!”

Bueno, pero anécdota más o menos, en Suipacha compramos un quesito ahumado de Fermier y una morcilla vasca que ni les cuento. Algun día contaremos la gentileza de C.C. de subirse a la escalera del boliche de “Casasco”, en frente de la estación García para bajar dos botellas de Esperidina, porque la viuda de Casasco ya no podía hacerlo y además con la tierra que tenían no se leían las etiquetas, pero C.C. las reconoció por la forma de la botella: ¿será coleccionista o enólogo?. Que conste que Jacinto aún tiene la suya. No sabemos si C.C. su respectiva.

J.C.

Así está, desde la pandemia, el puente caído de M.J. García, sobre el Río Luján.

Se partió al medio y la promesa de reparación del Gobierno nunca se cumplió.

Los vecinos tiraron paladas de tierra para que se pueda cruzar de manera precaria, con autos, motos y hasta algunos camiones. El Estado, sin respuesta.

Funcionarios ausentes. Y vecinos emparchando esa ausencia con pala. La verdadera grieta que divide a la Argentina.

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