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Ya hace 30 años que dijimos adiós al 2CV

En la historia del automóvil hay algunos modelos que se han ganado un lugar en lo más profundo de la sociedad y el 2CV es uno de ellos. Es curioso que incluso los niños de hoy, más de tres décadas después de dejar de fabricarse, lo reconocen, señalan y sonríen cuando se cruzan con uno. Sin duda, el Citroën 2CV ha trascendido más allá de lo que es un simple coche y es uno de esos modelos que un aficionado debe conducir y conocer de primera mano.

El día 27 de julio de 1990 salía de la factoría de Mangualde en Portugal (la que más unidades de este modelo fabricó) el último Citroën 2CV, exactamente a las 16:00. Con este ejemplar (que se quedó el propio director de la factoría con él) se ponía fin a uno de los automóviles más influyentes del siglo XX y 42 años de historia en la que el 2CV se había convertido en un símbolo de Francia.

Todos soñamos con deportivos y berlinas de lujo, pero entre los modelos que de verdad han marcado historia hay más utilitarios. De hecho, entre los 10 coches más importantes de todos los tiempos está el Citroën 2CV.

Aunque nos parezca lo contrario, es más complicado hacer un coche económico que uno caro. La verdadera genialidad está en lograr que algo sencillo funcione, y el 2CV es un ejemplo perfecto de sencillez, ingenio, practicidad y encima con mucho carisma… Es pura esencia.

A partir de su sencillo bastidor, su motor de 2 cilindros bóxer y formidables suspensiones, Citroën elaboró un nutrido catálogo de modelos que iban desde los Ami, Mehari, Citroën 8, Dyane 6 hasta los prácticos modelos para el transporte como los AZU y sucesivos.

Del TPV al Citroën 2CV

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El prototipo ya apuntaba maneras, aunque el modelo definitivo abandonó la refrigeración por agua.

Desde el principio, uno de los sueños de André Citroën fue motorizar Francia del mismo modo que hizo Ford con el Model T al otro lado del Atlántico. Sin embargo, las necesidades a este lado del charco eran muy diferentes. Por desgracia, el fundador de la marca falleció antes de poder ver el éxito que alcanzaría uno de los coches que más contribuiría a extender su apellido por todo el mundo.

Las letras TPV (Toute Petite Voiture, «coche pequeñito», un apelativo cariñoso para este coche popular pequeño) encerraban un ambicioso proyecto para desarrollar un coche utilitario que se adaptase a la perfección a las necesidades de una sociedad todavía muy rural que necesitaba modernizar sus mulas y caballos para desplazarse.

Los resultados de las pruebas iban viento en popa y el TPV demostraba sus buenas cualidades. Se trataba de un coche extremadamente sencillo, con un motor muy pequeño de 2 cilindros refrigerados por agua, una ligera carrocería de aluminio corrugado y unos asientos que colgaban de una estructura tubular del techo, más parecidos a una especie de hamacas que a unos asientos convencionales. Para abaratar costes incluso se prescindía de uno de los faros delanteros.

Por desgracia, la Segunda Guerra Mundial interrumpió la historia. Francia pronto estuvo ocupada por los nazis y en Citroën se dio la orden de triturar los prototipos de TPV para que no pudiesen sacar partido los alemanes de su genial idea.

Afortunadamente, algunos de los implicados en el proyecto se negaron a destrozar cientos de horas de trabajo y ocultaron algunas de estas primeras unidades emparedadas en granjas y desperdigadas.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, se continuó con el proyecto. Se introdujeron cambios como la refrigeración por aire en el motor o la forma de los asientos (seguían siendo muy sencillos, prácticamente una lona colgada de un tubo, pero no del techo). También se cambió el aluminio por acero para su carrocería y se consideró que poner un solo faro no suponía un ahorro tan importante como la pérdida de seguridad que ello suponía. Así nació la simpática mirada de ojos saltones del 2CV que todos conocemos ahora y que nació en 1948.

Citroën 2CV: para gente encantadora

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El 2CV despierta buen rollo y simpatía por donde pasa.

El Citroën 2CV ha logrado conquistar el corazón de millones de personas en todo el mundo. Lo cierto es que la mayoría de los que lo han probado en alguna ocasión han acabado sucumbiendo a sus encantos, que no tienen nada que ver con las prestaciones, el lujo o la velocidad.

Si somos honestos, muchos de los mayores placeres de la vida no tienen un precio en euros. Disfrutar de la brisa del mar en la cara, un paisaje, el sabor de unos sencillos huevos fritos con chorizo… El «dos caballos» consigue hacernos disfrutar de otro modo.

Su pequeño motor no permite grandes velocidades. De este modo podemos disfrutar del paisaje y realmente poder decir que «hemos estado aquí» en lugar de «hemos pasado por aquí«. Descapotable, de bajo consumo, muy confortable, fácil de conducir, sencillo de mantener… y encima con un diseño que te termina de conquistar, como un cachorro mirándote, como decía su publicidad a finales de los años setenta, el 2CV es para gente encantadora. En realidad, el anuncio era del Dyane 6, pero perfectamente nos vale para el protagonista de este aniversario.

A los mandos de un 2CV6 de 1980

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El interior es todavía más simple y espartano que el exterior.

Viajar en un 2CV es algo que uno recuerda ya para siempre… su bamboleo, su sonido, el paisaje a través de sus peculiares cristales… desde el momento en el que giras la llave y escuchas el sonido tan peculiar de su motor de 2 cilindros refrigerado por aire, todo lo que sabías de los coches se te olvida, es una máquina diferente. La palanca de cambios saliendo en medio del salpicadero, con la peculiar disposición de las marchas, la dirección tan suave sin necesidad de asistencia, unos asientos que son poco menos que esterillas fijadas con gomas a una silla de playa… ¿cómo una cosa tan simple puede ser tan divertida y marcar tanto a uno?.

Sus prestaciones son muy modestas, pero la realidad es que el 2CV te lleva a donde quieras, gastando poco y disfrutando del viaje. Su velocidad de crucero te permite conocer los lugares y descubres detalles de los que nunca te habías percatado pese a haber pasado por delante de ellos cientos de veces a la velocidad a la que nos obligan a vivir. Comemos con prisa, saludamos con prisa, abrazamos a nuestros seres queridos con prisa… bueno, pues este coche te obliga a vivir sin prisas.

La suspensión es sin duda lo mejor del coche. Es sencilla, ligera y su principal cometido lo cumple de sobra transformando los baches de las obras suaves bamboleos. También mantiene a las ruedas pegadas al suelo con eficacia y el coche resulta más estable de lo que uno se imagina y realmente pega sus ruedas al asfalto… o mejor dicho, al suelo, porque sin ser un SUV, es un verdadero todocamino.

 

Preparaciones del Citroën 2CV para todos los gustos

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Existen infinidad de preparaciones sobre el 2CV.

El diseño del 2CV es muy sencillo, aunque llegar a esa sencillez haya requerido de muchas horas de estudio hasta convertir algo complejo en una máquina simple. Su estructura básica es una estructura completamente plana sobre la que se monta el motor en posición delantera y con las 4 ruedas colocadas en sus esquinas con unos largos brazos de suspensión unidos a una peculiar estructura en la que están los muelles y el mecanismo de amortiguación.

La carrocería y los asientos se montan sobre esta plataforma, que podría funcionar de manera independiente, y ése es el motivo por el que muchos preparadores y carroceros han hecho verdaderas joyas que se pueden montar sobre esa estructura. Roadsters, limusinas, coupés… incluso hot rods se han hecho realidad gracias a las infinitas posibilidades del esqueleto del 2CV.

Cada año se celebran concentraciones internacionales del Citroën 2CV que son multitudinarias y en ellas se pueden admirar cientos de versiones para todos los gustos.

El hombre que sobrevivió convirtiendo su 2CV en una moto

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Parece salido de una película de Mad Max, pero este 2CV salvó la vida a su amo.

Émile Leray decidió en 1993 que era un buen momento para realizar una aventura similar a la que varias décadas antes había promovido André Citroën con sus expediciones por Asia o África. ¿Por qué no recorrer el norte de África con su viejo «dos caballos»? Así empezó la aventura y el Señor Leray se adentró en el continente africano.

Por desgracia, su Citroën no estaba en muy buenas condiciones y uno de los brazos de suspensión delanteros acabó por desintegrarse en plena ruta torturado por las piedras del recorrido. Por desgracia, el 2CV no puede circular con sólo 3 ruedas como sí hacen los Citroën con suspensión hidroneumática, así que, en medio de la nada, sin un taller a mano y antes de que todos llevásemos un móvil en el bolsillo, Leray decidió que tendría que usar el ingenio para salir del apuro.

Cogió las herramientas que tenía en el maletero y empezó a desguazar su 2CV para convertirlo en una especie de moto con la que poder salir de allí y llegar al pueblo más cercano. Después de diez interminables días serrando la plataforma del 2CV e ingeniando cómo hacer funcionar aquel trasto, Émile Leray consiguió poner en marcha este engendro y terminar su aventura con un 2CV de dos ruedas.

Prueba en vídeo del Citroën 2CV 4×4 Sahara

Uno de los Citroën más especiales es el 2CV Sahara. Se trata de un modelo en el que se montan dos motores completos con sus propias cajas de cambio y transmisiones, de modo que cada uno acciona un eje del coche. Así se lograba tener un coche de tracción total, con muy poco peso y unas suspensiones muy eficaces, ideal para moverse por todo tipo de terrenos.

En España tuvimos la suerte de poder disfrutar de varias de las escasas unidades fabricadas, vendidas para los servicios de la Guardia Civil Rural. Por desgracia, muchos fueron achatarrados.

En la actualidad, este peculiar Citroën supera los 50.000 euros en el mercado de coches de colección.

 

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