La temporada pasada, el francés pudo maquillar las carencias de su M1 durante la primera mitad del curso. Al margen de su incuestionable talento, el Diablo aguantó gracias a la incertidumbre que afectó a Ducati, hasta que Pecco Bagnaia y los ingenieros de Borgo Panigale dieron con la tecla que convirtió a la Desmosedici GP22 en un prototipo casi perfecto. Eso llevó al turinés a recuperarle a Fabio Quartararo 91 puntos, la mayor remontada en la historia del certamen, hasta proclamarse campeón del mundo en Valencia, la última parada del calendario.
Yamaha se centró en potenciar la falta de velocidad punta de su moto, su principal punto de debilidad al medirse con la Ducati, y los primeros ensayos de invierno invitaron al optimismo en ese aspecto. Sin embargo, esa positividad se fue transformando para acabar convirtiéndose en un baño de la realidad más cruda, una vez comenzó el Mundial.
Morbidelli ya sabe que el año que viene será sustituido por Alex Rins, que pasará a compartir taller con Quartararo. Está por ver, en cualquier caso, qué decisión tomará el galo en los próximos meses, cuando el mercado empiece a moverse con vistas a 2025. Después de la última renovación, que expira en diciembre de 2024, al #20 se le ha acabado la paciencia y reconoce estar quemado por la falta de credibilidad que le transmite Yamaha cuando de lo que se trata es de cumplir sus promesas.
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“En el test de Misano quiero tener pruebas. Tienen un mes. Yamaha lleva tres años prometiéndome cosas en un documento ‘pdf’ de diez páginas, de las que luego no se cumplen nueve y media”, declaró Quartararo en Silverstone, el fin de semana pasado, en una charla mantenida con Motorsport.com. “Este año no quise ver ese ‘PDF’. No quiero ver cosas escritas, lo que quiero ver es la moto de Misano, porque esa será, al 95%, la que correrá en 2024. Allí se verá si Yamaha realmente me quiere para el futuro”, añadía el piloto, que, eso sí, no esconde su deseo de seguir vinculado a la compañía que le dio la oportunidad de llegar a la categoría de las motos pesadas. Una voluntad que, de cualquier forma, no es incondicional: “Yamaha es la prioridad porque es la marca que me trajo a MotoGP. Confío en Yamaha y le di una oportunidad, pero no habrá una segunda”, insiste.
Hace unos meses, Quartararo se desvinculó de su agente, Eric Mahé, y registró FQ20, la empresa que se encarga de la gestión de sus contratos y de la explotación de su imagen. Será esta compañía la que afrontará la negociación con Yamaha o con quien le presente el mejor proyecto para dentro de dos temporadas. “Ahora me siento mucho más libre. Tengo en casa a la gente que se ocupa de la parte jurídica y de la parte económica. Yo sé lo que quiero, no quiero marear. Eso será muy importante con vistas a ver lo que Yamaha hace para el año que viene”, advierte el corredor.