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Un paseo por los carruajes reales de Carlos V a Franco

De la litera de madera y cuero en la que Carlos V viajó por su imperio cuando la gota le impedía montar a caballo, al todoterreno Mercedes-Benz que Hitler regaló a Francisco Franco en 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, antes de su encuentro en Hendaya. Un coche reservado exclusivamente a los miembros del gobierno nazi. Entre medio, y sobre todo, excelsos carruajes y hasta trineos. Es En Movimiento. Vehículos y carruajes de Patrimonio Nacional, la primera muestra temporal de la Galería de las Colecciones Reales, el nuevo museo de Madrid que abrirá al público tras 25 años de proyecto el próximo día 29 con cuatro jornadas de puertas abiertas hasta el domingo 2 de julio.

Sin duda la primera muestra temporal de la Galería -la exposición principal, tan esperada, se desvela la semana próxima- dará que hablar. Por concluir con dos impresionantes y enormes Mercedes-Benz ligados a la dictadura -además del todoterreno hay un 770 adquirido por el Ministerio del Ejército en 1945 por 60.000 marcos, aunque al parecer ya había sido ofrecido como obsequio por parte de Hitler anteriormente, y ambos tuvieron un uso más bien marginal- sin que figuren en la muestra transportes ligados a la República o a Alfonso XIII, tan aficionado al mundo del automóvil -se implicó en el desarrollo de la Hispano-Suiza e hizo encargos a los talleres Elizalde de Barcelona- pero del que Patrimonio Nacional no conserva vehículos.

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Unos Mercedes de los que en la rueda de prensa de presentación se ha conseguido hablar sin mencionar a Franco pero que sin ninguna duda encajan bien en ese privilegio y esa escenografía del poder en la que se convirtió el plato fuerte de la muestra, los rutilantes carruajes de reyes y nobles españoles. Unos transportes que nacieron de lo que inicialmente era básicamente un carro, recuerda Isabel Rodríguez, comisaria de la muestra.

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“La exposición -subraya- se propone a explicar de manera muy visual cómo se pasó de una estructura muy básica de madera que luego se enriquecía con tejidos a un trono rodante. Cómo se convirtió en una pieza excepcionalmente rica que a la vez estaba distanciando al monarca de los súbditos, de los ciudadanos. No debemos obviar la importancia del dorado, el pan de oro siempre ha sido muy caro y además es un símbolo exclusivamente de monarcas y poco más. Los nobles asimismo hacían uso de carruajes de una gran importancia y hubo numerosas disposiciones que querían limitar ese uso de carruajes por parte de la nobleza. Era un símbolo de prestigio, de poder, y era muy difícil pararlo, había toda una industria alrededor. Luego, ya en el XIX, las diferencias entre lo que usaban los reyes, los nobles y la burguesía se fueron matizando”.

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En la muestra, para la que el Museo del Prado ha prestado siete cuadros que muestran los usos de los carruajes, y en la que figuran incluso el carruaje infantil de la reina Isabel II y dos trineos de madera, uno en forma de dragón posiblemente regalo del zar Alejandro II a Alfonso XII, se recuerda que fue entre los siglos XVI y XVII cuando se produjo el desarrollo del carruaje  como vehículo de representación al servicio de los monarcas. En España los coches comenzaron a tener importancia con Felipe II, que estableció la corte en Madrid pero se movía a los reales sitios de Aranjuez, El Escorial o El Pardo. Y sería en las cortes del Barroco donde el carruaje vivió su mayor esplendor.

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En la muestra destacan, señala Rodríguez, la Berlina dorada que perteneció a los marqueses de Alcántara, de mediados del siglo XVIII, y dos carruajes realizados con gran suntuosidad en París a finales de esa centuria para los reyes Carlos IV y María Luisa de Parma, el Coche de Concha y el Coche de Cifras. En el siglo XIX, tras la guerra de independencia, en las caballerizas reales apenas quedaban carruajes -Carlos IV se llevó muchos al partir a Bayona, y Fernando VII encargó carruajes a maestros carroceros que se habían instalado en Madrid, donde se desarrolló una industria de alta calidad.

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En la muestra se exponen carruajes construidos en Madrid como el Coche de Caoba o el Landó de Bronces, “de altísima exquisitez, bronces dorados, cajas recubiertas de marquetería de madera, caoba, interiores de sedas bordadas”, remarca la comisaria, que recuerda que estos carruajes formaban parte de un protocolo de gran significación no sólo para la corte sino para la propia ciudadanía.

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