.
“Hay un sitio de cajas sorpresas. Llego a mi casa, abro la que he comprado y pensaba que era un tubo de escape, porque yo de coches no sé absolutamente”, ha empezado explicando la joven.
Resulta que “era un catalizador”. Como no venía grabado el número de serie para saber a qué tipo de vehículo pertenecía, se lo ha llevado a un chatarrero para venderlo al peso.
Cuando este ha sacado la báscula, se ha quedado alucinando porque “solo” traía una pieza: “Me mira como riéndose de mí y me dice que me puede dar dos o tres euros. Y que (con eso) me está dando el doble por pena”.
Y es que el chatarrero se refería a que el kilo estaba a 0,30 céntimos, no a 30 euros. “He hecho el ridículo. Con la poca dignidad que me quedaba, le he dicho que entonces nada y me he llevado el hierro a mi casa”, ha concluido para terminar de relatar lo ocurrido.