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La gran idea de un español que hoy aprovechan todos los Fórmula 1

Wifredo Ricart fue un ingeniero sin el cual no se puede entender la historia de los deportivos Pegaso. Pero también trabajó en Alfa Romeo, donde contribuyó a un importantísimo avance..

Si te gusta la historia del automovilismo habrás oído hablar alguna vez de Wifredo Ricart. Creaciones suyas fueron los Pegaso Z-102 y Z-103, unos deportivos españoles que a mediados del siglo pasado no tenían nada que envidiar, ni desde un punto de vista tecnológico ni de prestaciones, a los Ferrari de entonces.

Antes de recalar en Pegaso, este ingeniero español se atrevió a lanzar su propia marca, a la que llamó Ricart. Se aventuró a participar con ella en competiciones nacionales e incluso hizo alguna aparición en el Salón del Automóvil de París. Pero llegó la guerra civil y abandonó el proyecto de su marca, tomando un camino que le llevaría a Milán, más en concreto a la sede de Alfa Romeo.

Su fama le precedía

Ugo Gobbatto, director general de la marca italiana por entonces, ya sabía del talento del español y lo contrató primero como asesor externo para el desarrollo de dos motores muy especiales, un V6 de dos tiempos y un motor de 28.000 c.c. con 2.500 CV destinado a su uso en aviones.

Pero la situación de crisis técnica que vivió Alfa Romeo a finales de los años 30 cambiaría su papel; en la marca italiana tenían que recuperar el terreno perdido frente a los fabricantes alemanes, así que Ricart pasó a encargarse del departamento de coches de competición como director de Proyectos Especiales, bajo el cual se incluían los modelos de carreras.

El motor, tras el piloto

Allí ideó el Alfa Romeo Tipo 512, que estaba pensado para el reglamento que entraba en vigor en 1941 y se convertía en el primer monoplaza de Gran Premio producido en Italia con el motor detrás del piloto. Motor, por cierto, que apostaba por una configuración de 12 cilindros bóxer y entregaba entre 335 y 370 CV.

Rápido se vio que aquella configuración que hacía el coche tan extraño tenía ventajas en el reparto de pesos, las prestaciones y el centro de gravedad. Pero también tenía un inconveniente, y era su maniobrabilidad. Debían mejorarla a toda costa, pero entonces llegó la II Guerra Mundial y todo se paralizó. Temerosos de que el Tipo 512 fuera destruido o requisado, el coche fue ocultado junto con otros modelos de competición en una fábrica de quesos de gongonzola y allí permaneció durante seis años.

Hubo que ahorrar costes

Cuando acabó la segunda gran guerra tocó mirar los costes más que nunca y entonces la marca decidió apostar por el Tipo 158, en lugar de por el Tipo 512 de Ricart. Las razones eran simples: este coche estaba más avanzado como proyecto y requería menos inversiones. Fue el fin de la trayectoria de Ricart con los deportivos italianos.

Como no iban a prescindir del talento del español, a cambio le mandaron desarrollar el Proyecto Gazzella, una berlina para seis ocupantes para el que vislumbró una aerodinámica vanguardista (tenía faros delanteros escamoteables) y una caja de cambios comandada por un mando hidráulico situado junto al volante.

Pero después de asegurar que se fabricarían 1.280 unidades tampoco el modelo fue producido en serie, ya que de nuevo resultaba muy caro y el Alfa Romeo 1900 podía salir más barato y adecuado para aquella complicada época.

Es decir, que la historia de

Ricart en Alfa Romeo

pudo haber sido grandiosa en otras circunstancias. Pero sus adelantos siempre fueron reconocidos y la Fórmula 1 se valió de ellos.

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