No se nos ocurre un mejor souvenir de la etapa 'psicodélica' de Plymouth que, precisamente, uno de sus más atrevidos 'show cars'.
Mecum
A día de hoy, pareciera que en la publicidad de los coches lo menos importante fuese, precisamente, el coche que nos quieren vender. Estemos o no de acuerdo con esto, vamos a dejarlo en que es una consecuencia de nuestro actual modo de vida.
Pero lo cierto es que, décadas atrás, lo único que hacía falta para vender un coche era enseñarlo al gran público y dejar que este último decidiera tomarlo o no en consideración como alternativa de compra.
En EE UU aquellos tiempos fueron la época dorada de los llamados ‘show car’, coches creados con el único propósito de atraer miradas en las ferias y concesionarios de toda Norteamérica. Un ‘trabajo’ tan estratégico como efímero, tras el cual muchos de estos vehículos desaparecieron para siempre.
El transporte rápido, a su servicio
Para entender mejor la historia de este Cuda es preciso retrotraernos a 1970 cuando Plymouth, en su deseo de llegar al público joven, se suelta la melena y deja que su equipo de publicistas abrace sin miramientos la psicodelia propia de aquella época. Así la tercera generación del Barracuda, que llamarán en corto ‘Cuda’ para romper por completo con su predecesor, aparece retratada en clave caricaturesca en anuncios y folletos de lo más surrealista.
Plymouth / Chrysler Corporation
Enseguida queda claro el mensaje: el Cuda de los setenta no tendrá nada que ver con un modoso cupé y se presentará como una irreverente máquina de diversión, rebosante de fuerza bajo su capó para conducir a sus ocupantes a la velocidad de la luz hacia un mundo que, si no mejor, al menos sería más feliz.
Pero sus potenciales compradores no podían conformarse con soñar a través de fantasiosos dibujos. Tendrían que contemplar ese salvajismo con sus propios ojos, experimentarlo de primera mano en el concesionario. Y para ello, la marca del velero creó la ‘Rapid Transit Caravan’: un pintoresco muestrario itinerante compuesto por cuatro ejemplares de sus modelos más representativos, transformados para destacar sus aptitudes deportivas y decorados especialmente para la ocasión.
El Cuda 440 que protagoniza estas fotografías es exactamente el cuarto y último miembro de esta singular caravana. Diseñado por Harry Bradley y construido por Chuck Miller (legendario preparador de coches que también daría vida a los cochecitos ‘Hot Wheels’ de Mattel), toma como base una de las primerísimas unidades del modelo para convertirla en una especie de ‘dragster’ capaz de levantar con sus arrancadas el asfalto de cualquier calle.
La transformación de la carrocería se centra en la parte delantera, con un frontal ejecutado a mano en acero que deja la calandra original del Cuda en una mínima expresión. Ciertamente, a su lado su primo lejano Dodge Charger parece ‘boquiabierto’.
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Tampoco se nos pasan por alto otros detalles como la admisión ‘Shaker’, que sobresale por encima del capó gracias a su agujero específico, o los escapes laterales magistralmente integrados en los bajos.
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Rematan la apabullante presencia de este Cuda los neumáticos tipo ‘drag’, asentados sobre llantas Cragar cromadas, y el paracaídas que jamás llegó a desplegarse desde su parte posterior.
En cuanto al motor este Cuda monta el bloque más grande del catálogo de Plymouth para su época, el gigantesco bloque 440 del Grupo Chrysler dotado aquí de una pareja de carburadores de tres cuerpos cada uno y emparejado a una transmisión automática Torqueflite de tres relaciones. En suma, 7,2 litros de cubicaje y 390 CV de potencia que apenas han recorrido 1.550 km.
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Lo mejor de todo es que, gracias a pasar más de cinco décadas adecuadamente guardado en un misterioso almacén, el coche se conserva en un estado estupendo y plenamente original. Su ficha en la web de Mecum asegura que jamás se ha restaurado por lo que su futuro comprador, si desea tenerlo inmaculado, tan sólo tendrá que lidiar con la leve pátina del tiempo.
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Dada la singularidad de este Plymouth Cuda 440, Mecum Auctions no se atreve a calcular su precio exacto de venta. Pero la horquilla que estima la casa norteamericana, entre los 500.000 y 750.000 dólares (453.590 a 680.385 euros al cambio), se nos antoja casi tan mareante como el juego de tonos de su flamígera decoración. ¡Larga vida a los 70!
Diego García Especializado entusiasta en motor, competición, historia y técnica del automóvil.