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Debido a que la necesidad de transportar vehículos se convirtió en un problema durante la guerra, se requerían soluciones para hacer más sencillo el traslado de tropas y material sin necesidad de recurrir a pistas de aterrizaje o de emplear paracaídas debido a que la seda con la que son fabricados son escasos.
El Jeep de los aires
Tomando como base al Willys Truck 4×4, que ya estaba demostrando sus virtudes en los ejércitos del bando aliado, este vehículo fue dotado de un rotor de dos aspas de 14 metros de diámetro, un timón de cola y dos estabilizadores parecidos a los de un avión.
Así funcionaba
En sí, este Jeep Rotabuggy estaba pensado para ser remolcado por un avión hasta su objetivo. Una vez ahí, debía descender suavemente hasta llegar a tierra, de un modo similar a un helicóptero. De cualquier manera, podía resistir un aterrizaje brusco: entre las pruebas a las que se sometió estaba una caída desde 2.3 metros, en la que no sufrió ningún daño.
Asimismo, se probaron sus prestaciones en el despegue tirado por un camión, alcanzando una velocidad de planeo de 72 km/h. Ya en el aire, tras varios ensayos, el Jeep volador acabó logrando resultados satisfactorios con un bombardero Whitley A.W. 38 como avión tractor. Ya en la acción, su creador preveía una velocidad máxima de 241 km/h y una velocidad mínima de despegue y aterrizaje de 58 km/h.
Aunque todo salió conforme a lo planeado, este Jeep Rotabuggy solo quedó en ensayos, ya que el desarrollo de planeadores capaces de transportar vehículos pesados acabó por frenar este proyecto.