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La afición de la Reina Isabel II y en especial el Jaguar

La Reina Isabel II fue un ícono a nivel mundial, referencia clara de la realeza, sin duda la monarca con más impacto en los últimos tiempos; y es que la misma logró todo esto gracias a los largos años de vida que gozó, siendo estos casi 100 años los que le brindaron la oportunidad de conocer a 14 presidentes de Estados Unidos, ver el inicio y deceso de la carrera de The Beatles, haber contemplado la Primera y Segunda Guerra Mundial, entre muchas otras cosas que la convierten no solo en un referencial sino alguien que logra pisar los dos extremos en el corazón del mundo: el odio o el amor. Luego de su muerte numerosos aficionados han recordado muchas cosas que giran en torno a la Reina Isabel II y una de estas es que a la monarca le gustaban los coches, tanto así que junto con Land Rover diseñó su propia carroza fúnebre. El entusiasmo que la reina de Reino Unido mostró hacia el sector de los automóviles durante todo su tiempo de mandato fue algo evidente, aunque pasó desapercibido para una multitud.

De muy lejos viene esta simpatía por los coches

La Reina Isabel II fue una figura pública política de las más influyentes e importantes en las últimas poco más de 70 décadas de mandato, no solo en Reino Unido sino también a nivel internacional. Durante todo este tiempo reinó de forma impecable pero sorprendentemente para muchos también condujo. Y es que no se acostumbra a ver a los monarcas conduciendo ni el mejor de los coches sino más bien van tranquilamente en la parte trasera de los mismos, pero la Reina Isabel II no era de estos, le gustaba ir al volante y eso se evidenció en varias ocasiones. Aunque desde su juventud demostró gran interés por el mundo de la automoción no fue hasta la Segunda Guerra Mundial que su amor por los coches inició completamente. Increíblemente la Reina Isabel II fue miembro del Servicio Auxiliar de Mujeres donde se desempeñó como conductora y mecánica, ¡sí, conductora y mecánica! Además, se convirtió en la única mujer de la familia real británica que sirvió en la guerra a tiempo completo pese a la oposición de su padre.

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Su amor exigente por los coches británicos

Una figura de su calibre normalmente contempla la exigencia como parte habitual de su carácter y la Reina Isabel II lo demostró así en todos los aspectos de su reinado hasta en su amor por los coches. El requisito más importante para la reina británica a la hora de escoger un automóvil era que el mismo fuera de origen británico, que bueno que en esta parte del mundo la industria automotriz siempre ha sido una de las más potentes con lo que esta petición no causaba ningún inconveniente para ofrecer coches con la más alta calidad. Por las manos de la Reina Isabel II pasaron una gran variedad de coches, desde camiones militares, todoterrenos, el popular espartano Land Rover Series I de finales de los años 40 y principios de los años 50 hasta los Range Rover con la más alta lujosidad; también presenció la evolución increíble de marcas como Bentley, Rolls-Royce y Jaguar, y el deceso de otras como Austin. Todas las marcas presenciaron un gran amor por los coches y tanto fue que crearon modelos específicamente para ella.

Los favoritos de la Reina Isabel II

La Reina Isabel II gracias a su gran afición por los coches logró poseer y disfrutar de numerosos vehículos que resaltan principalmente debido a su estilo clásico pero lleno de lujos, dignos todos de la realeza. Entre estos se encuentra Daimler DE 36 Landaulette, el cual usó en su primera gira que hizo por Australia en 1954; asimismo, el Jaguar X Type Estate una berlina que condujo en varias ocasiones, que si bien no era el más exclusivo cumplía con los requisitos. Range Rover fue uno de los modelos que recibió mayor fidelidad de parte de la reina junto con el Jaguar X Type Estate, y es que la Reina Isabel II disfrutó de todas las generaciones de este vehículo; el Bentley State Limousine no es de los más venturosos estéticamente pero sí es uno de los más exclusivos pues solo se fabricaron dos unidades y para ser usados por miembros de la Familia Real. De igual forma, Land Rover fue uno de los favoritos de la reina, que si bien no era el más majestuoso sus capacidades de todoterreno eran perfectas y no había obstáculo que les resistiera, razón por la cual la reina siempre empleaba alguno de estos.

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La Reina Isabel II junto con Land Rover diseñó su carroza fúnebre

La mayor muestra del amor y la afición de la Reina Isabel II por los automóviles era un sentimiento profundo que se juntaba al nivel de su amor por los perros. La evidencia de eso fue que decidió crear su propia carroza fúnebre de la mano de uno de sus favoritos de toda la vida, Land Rover; su creación dio como resultado un Jaguar XJ prominentemente modificado. La reina británica no sólo le encantaba conducir uno de estos, sino que además trascendió al diseñar uno y es que su último adiós fue en una carroza a la cual ella misma aprobó los trazos del prototipo final. Las modificaciones obedecen a la idea de facilitar que tanto la familia real como el pueblo británico pudieran observar hasta el interior el ataúd; prácticamente toda la parte superior del vehículo es transparente.

El traspaso de los límites de la monarca más longeva del mundo

No muchos hubieran imaginado que la Reina Isabel II era fan de los automóviles. Al hablar de la misma quizás muchos la asocian con otro tipo de inclinaciones, pero los que realmente prestaron atención pudieron determinar que su encanto por los coches era verdadero; el garaje de esta reina británica es una de las cosas más resaltantes, donde seguramente cada una de sus adquisiciones ahora forman parte de algún tesoro o colección del más alto valor. El Jaguar en el que la monarca se despidió finalmente es ahora ícono en la industria automotriz principalmente porque fue diseñado por ella misma, quien contempló de primera mano la expansión de la mayor posibilidad de visión para todos los asistentes a su funeral. Sin dudas, es increíble que hasta sus 96 años de vida la Reina Isabel II siguió demostrando su gran amor por los coches y no dejó de sorprender cada vez que podía al volante de alguno de sus predilectos.

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