Los controles de calidad se presuponen en todas las marcas de coches, pero en las prémium, como es lógico, la exigencia de los clientes es mayor. Y todo sube a un nuevo nivel en el caso de las de lujo. Por ese motivo, en Bugatti tienen contratado a un empleado que se encarga de comprobar que cada uno de sus hiperdeportivos sea perfecto: Grégoire Haller-Meyer.
Su puesto es el de metrólogo, y nadie mejor que él mismo para describir cuál es su función: “Todos los componentes deben ser técnica y ópticamente perfectos en todos los aspectos. Pero, sobre todo, la apariencia general de un Bugatti debe ser de perfecta armonía. El exterior y el interior de cada creación deben poseer un equilibrio perfecto entre estética, comodidad y calidad”.
Puede sonar un poco abstracto, pero un caso particular lo aclara: “Por ejemplo, tengo que encontrar la razón por la cual el hueco entre dos componentes se desvía de nuestras tolerancias especificadas, aunque sea por solo un milímetro. Después de todo, esto podría generar ruidos indeseados a las altas velocidades que alcanzan nuestros hiperdeportivos”, señala.
Precisión milimétrica en Bugatti
Si en el análisis detecta que un componente, del tamaño que sea, se desvía mínimamente en su construcción o ubicación, comienza la búsqueda de la raíz del problema, llegando hasta cómo se ha ensamblado para identificar de qué deriva dicha desviación. Una vez localizada, se comunica con la parte correspondiente del equipo de manufactura para que el problema se resuelva y que, además, no se repita.