Bugatti se caracteriza, entre otras cosas, por fabricar algunos de los hiperdeportivos más extravagantes y rápidos del del mundo. Para ello, sus ingenieros dedican enormes esfuerzos a la búsqueda constante de la innovación: muestra de ello es su ya legendario motor W16, y más recientemente, el Bugatti Bolide.
Y es que este radical hiperdeportivo presentado en 2020 esconde en su techo una genialidad tan inusual como efectiva, enfocada en la búsqueda de la máxima eficiencia aerodinámica: una toma de aire activa cuyo diseño está inspirado en el de las pelotas de golf.
Una solución tan revolucionaria como eficaz
Fuente: Bugatti
Esta bestia basada en el Chirón, que fue creada especialmente para circuito, tiene un corazón W16 con cuatro turbos que en su caso desarrolla 1.850 CV y es capaz de superar los 500 km/h. Con tan sólo 1.240 kg en la báscula, frente a las casi 2 toneladas que pesa un Bugatti Chiron de serie, su relación peso potencia es de 0,67 kg/CV. Ahí es nada.
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El secreto está en la toma de aire activa del techo, cuyo diseño está inspirado en el de una pelota de golf: sus hasta 60 hoyuelos se expanden automáticamente en décimas de segundo cuando el coche circula a altas velocidades, generando turbulencias para que el aire se adhiera mejor a la superficie y reduciendo la resistencia aerodinámica “hasta un 10 %”.
Fuente: Bugatti
Según Bugatti, a velocidades de unos 320 km/h, “la carga aerodinámica que empuja el alerón trasero del Bolide es de 1.800 kg, mientras que el peso del alerón delantero supera los 800 kg”, y la toma de aire activa del techo optimiza el flujo de aire que llega sobre todo al alerón trasero.
Además de mantener al hiperdeportivo pegado al asfalto con la menor resistencia posible, este innovador sistema contribuye a reducir el consumo de combustible hasta en un 17%, según la marca.
Detrás de este sistema se encuentra el joven ingeniero alemán Nils Ballerstein, que se inspiró en el diseño extraordinariamente aerodinámico de las pelotas de golf, cuya superficie con hoyuelos les permite “viajar el doble de lejos de lo que lo haría una pelota lisa”.
Esto se debe las turbulencias que crean los propios hoyuelos en la superficie de la pelota, lo que permite que el aire se adhiera mejor a la superficie durante más tiempo, reduciendo la resistencia aerodinámica.
De ser parte de su tesis, el revolucionario sistema pasó a formar parte del desarrollo del Bolide, un hiperdeportivo de escándalo que firma un 0 a 100 km/h en 2,17 segundos, un 0-200 km/h en 4,36 segundos y 0-500 km/h en 20,16 segundos. Más impresionante aún, si cabe, sería capaz de efectuar un 0-400-0 km/h en 24,64 segundos y un 0-500-0 km/h en 33,62 segundos.